Capítulo 7: ¡Yo No Robé La Diadema!

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Empecé a caminar adentrándome en aquella sala, aquella enorme sala sacada de una historia similar a la de juego de tronos y aquel gigantesco trono de espadas. La única diferencia entre eso y esto es que el trono era más simple. Bueno.. Simple no sé porque estaba forrado de oro. Pero... es más sencillo que un trono forjado por las llamas de un dragón y miles de espadas.. ¿No?

Dejando a un lado el trono de oro y su acolchado rojo común de cualquier trono medieval. Me fijé en el resto de la sala. Suelo de mármol, grandes columnas de las que colgaban banderines con un escudo de una llave y unas zarzas. Candelabros más grandes que el propio trono, y una enorme alfombra roja que cruzaba la sala desde la puerta hasta los pies del trono.

Caminé despacio, menos confiada que mi amiga pero sintiendo el apoyo de mi pequeño amigo peludo que caminaba sin apartarse de mi lado.

Muchos hablaban y murmuraban destacando mi cabello o la diadema. Aunque cuando la segunda fue nombrada más de cinco veces Clarise se paró en medio de la alfombra y me señaló con el dedo acusatoriamente.

Esa diadema no te pertenece, la robaste. ¡Devuelvela inmediatamente! – Gritó rabiosa mientras se aproximó a mi cual asesino a punto de matar sin piedad

Nerviosa por ese rostro de lunática retrocedí con pasos torpes y lentos.

No robé nada. Alguien la dejó junto al vestido, sobre mi cama – Veo al resto de personas tratando de hacer que me crean

Mentirosa... Llegaste solo para robarnos – Se acerca y me empuja con brusquedad haciendo que caiga al suelo

El pequeño felino salta sobre ella para morder sus manos, algo que nunca había hecho, nunca atacó a su dueña.

Me da igual que me odies, que trates de humillarme, que me digas mentirosa, que me ataques... ¡Como si deseas matarme aquí frente a todos! Pero no permitiré que lo hagas hoy! Yo no debería llevar esto, hoy no es mi día... Hoy es el cumpleaños de Kristin, mi mejor amiga, tu nieta! – Grito molesta encarandola y me levanto

Veo a todos los presentes y nerviosa agacho mi rostro tras quitarme la diadema.

Lo siento, lo estropeé todo... – Mis ojos se aguan por la frustración, rabia y sentimiento de culpa que aquella mujer provocó

Mejor... Sigan sin mi, por favor

Antes de que nadie me detuviera me marché del lugar lo que yo no sabía es que la ceremonía estaba completa a falta de un paso. Un paso que tarde o temprano realizaría.

Sonaron instrumentos y campanadas tras mi marcha y en aquel gran salón del trono comenzó la fiesta. Yo corrí hacia los jardines, solo los vi de pasada al entrar en el castillo, y sentía que necesitaba perderme entre las flores.

Tras largos minutos corriendo por los jardines me acerqué a un banco de piedra cercano a una fuente con estatuas hermosas de mármol.

En mis manos tenía aun la diadema, aquella que ni sabía de quién era pero que tal vez ahora todos pensaban que robe.

Escuché la música de lejos y un nudo se creó en mi pecho.

No debería afectarme.. Al fin y al cabo no son mi familia... No es mi cumpleaños... Solo soy una extraña – Susurré levemente dejando la diadema sobre el banco de piedra

Levanté la vista y vi la luna llena, brillante, enorme, poderosa... Cualquiera que se fijara en ella quedaba asombrado con la belleza que emanaba. Con la paz que transmitía.

Sonreí y cerré mis ojos con suavidad sintiendo aquella luz de luna iluminar mi rostro, hacerlo brillar como si el maquillaje que me puse tuviera algo de purpurina. Me sentía radiante.

Una mocosa como tu no debería robar cosas que no sabe ni de quienes son

Aquella voz ronca, esa tonalidad desafiante, llena de dominancia y seriedad. Ese aura de frialdad y distanciamiento... Declan.

Abrí mis ojos y ahí estaba. Pegado a mi espalda, mirando hacia abajo y tapandome ahora la hermosa vista de la luna.

Si vienes a llamarme mentirosa marchate. Ya te lo dije una vez, estoy harta de tus burlas – Me levanto con seriedad del banco y empiezo a caminar

Burlas... Suena bien – Sonrie y empieza a seguirme de cerca

¿Por qué te empeñas en molestarme? Si quieres la diadema ten... Toda tuya alteza

Me giro y presiono la diadema contra su pecho, al instante de tocar su cuerpo sentí como se tensaba y retrocedía.

Genial... Ahora también te da asco que te toque – Suspiro molesta y dejo la diadema sobre un banco cercano y sigo caminando

Adiós Declan

Dije de manera definitiva esperando que me dejara de seguir pero en vez de ello cuando crucé a la izquierda y pasé un seto más alto que yo choqué con algo y tuve que retroceder. Aunque tras acariciar mi frente por el golpe inesperado levanté mi vista y allí estaba... Frente a mi.

¿Qué? No pero tu... Estabas – Señalo a mi espalda confundida y le observo con lentitud. Estaba serio, firme y con la diadema en la mano

Aquella situación empezaba a asustarme. No sabía que buscaba Declan de mi, más cuando me odiaba tanto.

Yo... Debería regresar a la habitación

Nerviosa paso por su lado aunque antes de alejarme toma mi brazo con fuerza y se acerca a mi algo que me hace gruñir y tratar de alejarle pero era imposible, sin duda no solo superaba mi tamaño si no que su fuerza contra la mía parecía infinita.

No sigas los gritos esta noche, si obedeces vivirás – Su voz era pesada, seria, ronca, tensa... ¿Me advertía de un peligro o de él mismo?

Iba a responderle pero como si nada se alejó de allí a paso ligero, Cuando llegó a la puerta miró la diadema en sus manos y la dejó sobre un banco de piedra. Al atravesar la puerta pude verlo por la ventana hablar con Clarise. Ella le dijo algo seria, y la única respuesta del chico fue negar con la cabeza. ¿Hablarían de la diadema? ¿Esa misma que por alguna razón Declan decidió dejarme completamente a mano? ¿O hablarían de otras cosas?

Invierno Eterno: El Reino HeladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora