Epilogo

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Hyunjin no había salido de su casa por temor a que la casualidad, tan frecuente en su vida, le hiciese tropezarse con Minho.

Así que se la pasaba comiendo en el departamento mientras terminaba el trabajo que tenía pendiente, solo quedaba que este se secara y ya podría entregarlo en la mañana del lunes. En ese momento no tenía mucho que hacer más que ver como la pintura se secaba, por lo tanto, solo le quedaba una opción.

Leer y recostarse en su sillón de confianza y permitir que el aire fresco y el sol de primavera ingresaran por los dos ventanales abiertos. Tenía también abierta la puerta corredora de cristales, por donde se veía todo su estudio y donde se encontraba el trabajo pendiente junto con algún que otro encargo terminado.

Con sus pantalones blancos muy cortos mostrando sus muslos de piel impolutamente tersa, la remera roja por fuera de la cintura del pantalón y descalzo, el cabello atado de forma perezosa y su cara libre de cualquier rastro de pintura seca, se recostó en el sillón justo en el momento que el timbre sonó interrumpiendo cualquier intento de relajación.

Se quedó contemplando la puerta cerrada a la distancia por un par de segundos. ¿Quién podía ser, un sábado, casi a las tres de la tarde? No esperaba a nadie y es que salvo sus padres nadie lo visitaba. Ni siquiera sus amigos ya que andaban igual de ocupados con el trabajo que él.

Tal vez el dueño del cuadro que venía a verlo. No era habitual, pero tampoco descartaba la posibilidad.

Hyunjin buscaba algún calzado que ponerse mientras que el timbre seguía sonando sin cesar así que gritó enojado.

- ¡Ya voy, mierda! ¡¿Te quedaste pegado al maldito timbre o qué?!

A paso fuerte se dirigió a la puerta y la abrió aun enojado. Quedó inmóvil, sorprendido y también asustado.

-Hola, buenas tardes, amor. –Saludó Minho con una mirada penetrante. Hyunjin retrocedió un par de pasos hacia el interior de su casa, con los ojos bien abiertos y sin saber cómo actuar a continuación.

Veía a Minho con confusión ya que este tenía una rara expresión en su rostro sonriente mientras ingresaba al departamento de Hyunjin y cerraba la puerta con el pie a sus espaldas al mismo tiempo que avanzaba hacia él a paso lento, ni amenazador ni enojado, más bien sorprendido y quizá un poco desconcertado.

A Hyunjin parecía habérsele cortado la voz y también la respiración.

-Minho...

-Bueno...-Dijo con voz ronca- creo que el juego se ha terminado. Si querés te cuento por qué estoy acá, pero no creo que valga la pena.

Hyunjin cayó sentado en el borde del sillón donde segundos atrás planeaba recostarse y relajarse, pero ahora la situación era totalmente lo opuesto. Se mantuvo con su cara alzada mirando los intensos ojos brillantes de Minho.

-No sé cómo, ¡no sé! De repente pensé...- Siguió hablando Minho de pie frente a él mostrando el paquetito que tenía en la mano- y pensé de golpe. Todo era muy confuso, la voz, Hyunjin o Jinnie, ¿qué más da?– Inspiró hondo- Dos hombres en uno. No uses tu acento extranjero porque te escuché gritándome en un puro y claro coreano, como el chico de las llamadas... que puede que tuviera razón, Hyunjin, si es que te llamas así.

-Me llamo Hwang Hyunjin, en eso no mentí, solo pocas personas me dicen Jinnie. -Murmuró casi ahogándose con sus palabras.

Hizo el intento de ponerse de pie y tratar de estar al mismo nivel que Minho tratando de demostrar seguridad, pero de súbito Minho se acercó más hacía él y lo empujó nuevamente al sillón, pero esta vez ubicándose sobre Hyunjin evitando así cualquier vía de escape. Aún sostenía entre los dedos el regalo.

Buenos días, amor - [Hyunho]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora