Capitulo 10

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Se quedó allí recostado media hora sin hacer nada. Encendió la pantalla de su celular y miró la hora que parecía nunca cambiar. Eran las diez de la mañana y no tenía deseos de hacer su desayuno. Al ver que aquel día cierta persona parecía no querer molestarlo con sus llamadas, se puso en pie de su cómoda cama, alisó las arrugas de sus pantalones y se dirigió a su estudio.

Caminó algo vacilante y se puso frente a un lienzo en blanco con la mente vacía de pensamientos. Estuvo un par de horas pintando sin parar y solo paró cuando su estómago vacío comenzó a hacer ruido dándole la señal de que ya debía comer algo. Tenía apetito y deseos de respirar aire puro, por lo que se puso su abrigo y salió de su casa.

Conocía un restaurante cercano donde servían las mejores hamburguesas, por lo que sin pensar en otra opción se dirigió hacia allí. Hyunjin había pasado toda la mañana divagando, con la mente casi en blanco, buscando un sostén donde apoyarse.

Ni el encuentro con su madre había conseguido desahogar los tormentos y desconocidos pensamientos que lo invadían últimamente. Evidentemente su tranquilidad había sido perturbada por un «buenas noches, amor» y nunca pensó que fuera tan emocional. Pero lo era.

El pasado gris y turbulento en el amor que creía haber dejado atrás, sus amigos, que parecían perderse en el pasado y aquella voz que no podía sacarse de la cabeza y que sacudia sus sentidos y a sus efectos dormidos.

Y después él físicamente. Su pelo rubio, sus ojos cálidos, sus mentiras. ¿Qué buscaba? Hyunjin no lo sabía y eso lo tenía intranquilo. Siguió caminando por la calle, casi llegando a su destino cuando se detuvo en seco. Allí estaba él. Con su inconfundible presencia y su aire arrogante.

Estuvo a punto de correr hacia atrás, perderse de nuevo en el interior de su edifico. Quería huir. Pero... ¿de qué huía?

Hyunjin era Hyunjin, sin más. Casi sin darse cuenta dominaba con habilidad su propia ansiedad despertada por aquel chico, quien se encontraba desorientado igual que el pelinegro, ambos perdidos en sus vaivenes pasionales.

Al final continúo avanzando y nadie diría al verlo que se sentía miserable, casi asustado.

- ¡Hyunjin! –Lo escuchó decir y el pelinegro lo miraba como si no se acordara de él.

-Ah..., hola.

-Ya sabía yo que estando por acá vos aparecerías. –Comentó y con un toque posesivo entrelazó el brazo de Hyunjin con el suyo.

-Minho, ¿qué mierda te pasa? –Dijo frunciendo el ceño ante la repentina acción.

-No lo sé. Este barrio se volvió una obsesión para mí, pero dejemos eso ahora. En realidad, tal vez te esperaba a vos o quizá no esperaba nada y llegaste vos. Voy a cumplir veintisiete años, ¿entendés? Y me resulta estúpido continuar haciéndome el tonto. Pero no me hagas caso, en realidad no entiendo aún por qué de repente me veo como un títere. Te invito a almorzar, ¿Qué te parece? Por acá cerca hay un restaurante que me gusta mucho. Desde hace un tiempo hasta ahora he recorrido bastante esta zona a diario. Si soy honesto nunca me gustó la periferia y prefiero más el centro de la capital.

A pesar de que parecía querer seguir hablando se le notaba titubeante y algo confuso a medida que las palabras salían sin control de su boca y Hyunjin pensó que no estaba fingiendo en ese instante. Finalmente aceptó y se fue a comer con él y notó que a veces se olvidaba de su papel de tímido desvalido, pero evidentemente en la personalidad de Minho había muchas facetas contradictorias, diferentes entre sí. Fue una conversación trivial mientras degustaban una comida fugaz.

-Estás muy callado. – Dijo Minho al observarlo cuando ya había pagado la cuenta y se iban del lugar- Me miras y escuchas sin dar tus típicas opiniones a lo que yo digo.

Buenos días, amor - [Hyunho]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora