Ella, tu y yo.

Diagon Alley

-Ahm... Em... Nora. Vamos a salir ¿Okay? A Diagon Alley. Espero que te guste...

El rubio platinado, al día siguiente, con todas las cosas "necesarias" ("¡Me van a dejar pobre!", dijo Draco al ver todas las cosas que debían comprar en el carro de compra.) estaba a punto de salir a Diagon Alley, tal como había dicho anteriormente. Tendría que comprar todos sus materiales de trabajo, lo quiera o no. Luego, a Hogwarts.

-No sé por qué me dicen que debo hablarte. Ni siquiera me entiendes. Ni siquiera me recordarás hablándote en unos años más. Es una pérdida de tiempo.

Blaise le había obligado a hablarle a Nora mientras era una bebé, ya que escuchar las palabras fluir de manera natural probablemente aprenda a hablar más rápido. Draco creía que aquello era tan ridículo que casi se ríe cuando de mencionó la idea, sin embargo Astoria y Theo concordaron. La mandíbula se le cayó al suelo, y sin poder hacer nada al respecto aceptó la idea, pero sentía como si le estuviera hablando a un objeto "¡Oh, lámpara, te quiero mucho!".

-No me entiendes. No te entiendo ¿Por qué debo estar atado a ti? No deberías estar aquí sino en unos años más.

De su cama, sacó una manta, y se las arregló para cubrir a Nora, que descansaba en una clase de alfombra especial para bebés, balbuceando cosas sin sentido. No entendía lo que su padre decía, pero tenía razón en la primera frase; la pequeña no recordaría nada. Podría soltar mil y una maldiciones, y ella no recordaría nada. Sin embargo, no era lo correcto. Casi le dieron náuseas al darse cuenta del horrible pensamiento Gryffindor que le había asaltado.

-Nos vamos ¿Estás bien asi?... Como si me fueras a responder ¿Respiras? –Nora no parecía prestarle atención. Estaba bastante ocupada extrañando los colores de su alfombra- Ya, ya, si tienes energías para reclamar significa que aún respiras ¿Cierto? –La niña miró a su padre. Sus ojos castaños rogaban la vuelta a su lugar- Ya, basta. Nos vamos.

Vivían cerca de Diagon Alley. Punto a su favor. Lamentablemente, eso no era escusa para dejar a Nora sola en casa. "Sería una abominación", dijo Astoria, y Draco se mantuvo de acuerdo ante esa idea "¡Dejaría la casa hecha un desastre!". Bajó por el ascensor con la suerte de no encontrarse a nadie y ni le dirigió una mirada al viejo recepcionista que conversaba seriamente con un residente. No era de extrañarse la actitud de Draco en esos momentos, ya que estaba muerto de vergüenza. Era la primera vez que salía con Nora a los exteriores, y quizás en el Mundo Muggle no valga nada, pero en el Mundo Mágico sí se le conocía. Era el mortífago que ayudó a Harry Potter. Los magos generales le trataban despectivamente por ser un mortífago –que, por cierto, nunca quiso serlo-. Si habían aún fieles a Voldemort, le tiraban en cara la parte de "Ayudó a Harry Potter". No había manera de complacer a nadie, y el tener una hija a tan temprana edad tampoco es como si ayudara mucho.

Las calles que conocía y caminaba en el día a día de su vida, de pronto, se hicieron eternas. Nora sin remedio se quedó dormida, escuchando los latidos del corazón de su padre. Mejor para Draco, ya que podría con libertad comprar sus cosas. Poco a poco pudo comenzar a reconocer a los magos vestidos como muggles, por lo que se acercaban. El ambiente mágico le hizo recordar a su vieja y fría casa. No le hizo sentir mucho mejor.

-Tan solo unos días más y voy a Hogwarts.

Aquello sí le hizo sentir mejor.

Al llegar al recurrido Diagon Alley su corazón dio un vuelco. Memorias de tiempos pasados vinieron a su cabeza. Momentos como su primera escoba entrenadora, su primer libro de hechizos... No podía creer que hubiera pasado tanto tiempo. No podía creer que hubiera madurado tanto, a tal nivel de declinar la cabeza y aceptar internamente que ha sido un cretino toda su vida, y que quizás lo será toda su vida.