Nora.

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Basado en "Boys Don't Cry" de Malorie Blackman.

Apenas se levantó, Draco Malfoy supo que iba a ser un mal día.

Nunca había sentido eso antes. Se tapó con las sábanas hasta sobre la cabeza y se quedó así un tiempo más de lo que había esperado. Menos quiso salir de aquel nudo de sábanas, y más tiempo quiso quedarse en su departamento muggle. Lamentablemente una lechuza comenzó a picotear su ventana y tuvo que levantarse, haciendo que su cuerpo se enfríe.

Acarició las plumas del ave hasta que se aburrió. Tomó la carta que tenía atada a la pata y le dio un par de knuts. La pobre lechuza parecía no quererse ir, pero abrió sus alas y se fue.

Una carta de Hogwarts que le aceptaba para poder completar su último año.

Dejó la carta de lado. No sabía si realmente quería ir a Hogwarts. Le iban a ver mal, iban a hablar mal de él a sus espaldas e iba a estar Potter llamando la atención de todos el doble.

Pero... Si quería ser un buen medimago debía ir a Hogwarts a terminar sus estudios. Así que la dejó sin leer sobre su mesita de noche. Fue a la cocina, se preparó algo rápido y cuando estaba apunto de volver a su cuarto a cambiarse, sintió cómo el estruendoso sonido del timbre le llenaba los oídos. Abrió la puerta, alzándose de cejas al ver quién era y qué traía.

Era Pansy Parkinson. Y traía un coche.

-¿Draco?

-¿Pansy?

Si no recordaba mal, la última noche que se había encontrado con Pansy había sido en la fiesta de Blaise. El alcohol les había nublado todos los sentidos y razonamientos que habían tenido al llegar. Las habitaciones de la mansión que su amigo tenía eran múltiples, todas preparadas para lo inevitable. Condones, lubricantes y juguetes en cada una de ellas. Claro que Draco no se quedó atrás en el arte de la seducción, y cayó a sus pies nadie más ni nadie menos que su amiga; Pansy Parkinson.

Prueba suficiente para mostrar lo necesitado que estaba el rubio platinado. Porque recientemente se había enterado que su madre había muerto en Azkaban por múltiples razones (Falta de comida, de sueño y el que cada vez los dementores se fijen más en ella). Quería olvidar por un momento y pasar un buen rato. Sexo y alcohol fue lo mejor que se le ocurrió.

Pero... Eso había sido hacía un año y un poco más. Después de eso no había escuchado noticia alguna de ella en sus amigos, además de que se había mudado a Alemania. Su vida había sido bastante buena tanto con ella como sin ella. Nunca fue muy cercano a Pansy Parkinson.

-¿No te vas a vestir? -Preguntó la chica.

Se puso enfrente de la mesita de madera que tenía al lado de la puerta para dejar las llaves, que tenía un gran espejo para asegurar si iba bien a tal o cual parte. Su cabello estaba completamente desordenado, no llevaba nada más que unos bóxers negros y sus ojos celestes platinados que estaban apagados.

-Claro que sí, me pillaste recién despertando. Pasa, ahora me arreglo. -Le respondió. El no iba a quedar en vergüenza, y menos en su casa.

Mientras caminaba devuelta a su habitación, escuchó las ruedas del coche sobre su piso de madera, seguido por los pasos de Pansy y el cierre de puerta. Con tiempo record se vistió con una camisa blanca y unos jeans negros (Prenda muggle que usaba mucho), no se preocupó de ponerse nada en los pies porque, después de todo, tenía 18. Seguía siendo el niño que necesitaba un aviso para esas pequeñas cosas. Se peinó con las manos a la rápida y tomó su celular (Otra cosa muggle ¡Cuánto había cambiado!) para ver si Astoria le había dejado un mensaje de texto, el cual respondió rápidamente para entrar al comedor.

Ella, tu y yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora