La Reina Verde

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Nota: Traguen mierda, put0s, les vengo a alimentar sus delirios, desgraciados. Coman mucha monda por tenerme trabajando a estas horas, voy a hacer un sindicato, malditos, lo voy a hacer.

El rey verde se detuvo un momento antes de entrar a sus posesiones reales, tomo aire, no estaba seguro de qué esperar. Como todo hombre que creció en la presencia de Rhaenyra hubo un momento en el que deseo tenerla, pero ella siempre estuvo lejos de su alcance, rodeada por otros muchos hombres y mujeres adorándola. Era insoportable de ver. Por eso preferiría pasar todo su tiempo embriagado por el vino, ahogando sus penas en la bebida. Pero todo ese deseo se transformó en odio una vez se quedó embarazada por primera vez, bastardo tras bastardo su odio hacía ella aumento, al inicio de la guerra estaba dispuesto a perdonar sus deslices, esperaba que ella lo reconociera y una vez estableció su poder en El trono de hierro se olvidaría de ella, pero como siempre Rhaenyra no pudo soportar un "no" y hacía lo que su caprichosa voluntad decía. Una vez soñó que ella lo esperaba en sus aposentos, si iba a serle infiel a su marido, ¿por qué no con él? Al menos los niños tendrían rasgos valyrios, pero aunque el deseo de aquel sueño no se cumplió estaba listo para hacerlo realidad por su propio mérito. Aegon entro en sus aposentos, Rhaenyra estaba encadenada a la cama, un hermoso vestido se ceñía sobre ella como una segunda piel.

—No te acerques—miedo, ella tenía miedo, incluso más del que tuvo al estar a punto de morir quemada por Sunfyre.

Aegon se sorprendió por el miedo de la princesa, nunca la había visto tan asustada antes, quería reír. Una hermosa princesa como ella, temiendo por su vida. Había algo agradable en la escena, la forma en que temblaba mientras estaba encadenada a la cama, cómo las cadenas en sus muñecas y las de sus tobillos vibraban con cada uno de sus movimientos. Sonrió mientras se acercaba lentamente a ella.

—¡No!—las cadenas tintinearon cuando Aegon se acercó, Rhaenyra tiró de ellas, como si de alguna manera pudiera romperlas y escapar—¡No te atrevas ni siquiera a pensarlo!—el rey ladeo la cabeza, ¿qué debería hacer para que entendiera que ella era su prisionera?

Aegon no pudo evitar sentirse orgulloso ya que ella le temía. Sí, él quería disfrutar de ella ahora mismo, saborear su victoria, pero todavía no. Ese pensamiento cruzó por su mente cuando la vio temblar, no sabía qué hacía que su corazón se sintiera tan incómodo, pero necesitaba castigarla primero. Antes de tomarla como suya. Se acercó hasta quedar a solo unos centímetros de distancia. ¿Ella pensó que se liberaría así como así? Aegon se rió al ver sus desesperados intentos por liberarse de sus propias cadenas; ¡realmente era ingenua! Continuó caminando hasta pararse frente a ella, mirándola a los ojos y observándola con una mirada de deseo. La voz del Rey era suave pero firme.

—Te olvidas de ti misma, hermana mía. Estás aquí para aprender una lección sencilla: me debes un nuevo hijo. Uno que yo aceptaría. ¿Vas a negarme eso?—Rhaenyra lo miró con horror.

—¿Por qué debería tener un hijo? ¡Lo que le pasó a Maelor no fue mi culpa!—ella se retorcía, sacudía su cuerpo tratando de liberarse de las cadenas, pero entre más lo hacía más se clavaban los grilletes en su carne—¡Maldito usurpador, libérame!

Su reacción fue todo lo que él había esperado, todo lo que necesitaba. Tenía miedo, era vulnerable y suplicaba, Aegon podía ver todo lo que alguna vez quiso en ese rostro, esos ojos. Pero aún tenía que jugar con ella, era una criatura orgullosa y él sabía que tendría que trabajar duro para derrotarla. Aegon no pudo evitar sentir ira cuando ella lo llamó usurpador. ¿No recordaba quién debería haber sido rey? ¿Quién tenía razón y quién no? Su mirada permaneció firme mientras la observaba luchar, era un espectáculo para contemplar: una belleza luchadora que una vez lo había gobernado. La ira rápidamente se desvaneció de su mente cuando ella le recordó la única cosa que siempre lo enfurecía: su hijo.