011

1.8K 273 115
                                    

Hace un par de horas habíamos cenado y fui obligada a dormir, pero no lograba conciliar el sueño.

Quería ir a caminar un rato, hacer algo para poder dormir, pero no podía porque estaba entre dos mafiosas, las cuales me tenían abrazada.

Intenté safarme del agarre de ambas, lo cual estaba logrando a un paso muy corto.

— ¿A donde vas? — La voz de Samantha hace que me sobresalté.

— Me asustaste — Susurro y está suelta una risa ronca — No puedo dormir y quiero ir a caminar un poco, quizás así logré conciliar el sueño.

— Te acompaño — Dice sentándose.

No contradigo sus palabras, porque se que igual me acompañará, yo quiera o no.

Salimos de la habitación sin hacer ruido para no despertar a Vic, la cual dormía como un angel pero era el mismísimo diablo, y siento como Samy pone un abrigo en mis hombros.

— ¿Vamos a caminar por la orilla? — Me dice Samantha apuntando el mar antes de salir de la casa.

— Solo por la arena, no me gustan las grandes masas de agua — Le digo con una mueca.

— Mientras yo esté contigo, nada te pasará — Me asegura tomando mi mano.

Le sonrió levemente y asiento con la cabeza, salimos de la casa y caminamos hasta la orilla del mar.

— Se ve tan lindo — Murmuró viendo el mar por la noche.

La luna iluminaba todo nuestro alrededor y el chocar de las olas era relajado.

— Pensé que te daba miedo.

— El mar es hermoso para admirarlo, no para entrar en el — Le digo — Nisiquiera me gustan las piscinas.

— ¿Por qué?

— Me da ansiedad — Me limitó a contestar.

Siento como sus brazos rodean mi cintura y apoya su barbilla en mi hombro, descanso allí.

— ¿Como conociste a Victoria? — Pregunto.

— Nuestras familias eran amigas, desde antes de tener uso de razón nos conocemos — Me contesta — Nunca nos hemos separado, es uno de los amores de mi vida.

— ¿Uno? ¿Hay otro? — Le pregunto.

— Mejor no hablar de ello — Dice soltando un suspiro — ¿Alguna vez te haz enamorado?

— No — Hago una mueca — No se lo que es sentir amor, mi padre nunca demostró quererme ni una pizca, pase por muy malas experiencias amorosas, las cuales no pedí, siempre fue bajo amenaza o sin mi consentimiento.

— ¿Hablas de Martín?

— Y de Santome — Digo con asco — Lo conocí antes de conocer a Martín, fue en un bar en el que trabajaba con 17 años, lamente tanto haber pisado ese lugar, me tiraron como carne fresca a los brazos de Daniel, alli se canso de hacerme lo que quería. No lo volví a ver hasta que conocí a Martín, allí mi infierno se triplicó.

— Me hierve la sangre de solo escucharte a hablar de eso — Dice con enojo y acaricio sus brazos para relajarla — Te prometo que haré pagar a Santome todo lo que te hizo.

— ¿Y Martín?

— De el ya nos encargamos — Dice con satisfacción y la miro con confusión — No te preocupes por ese desperdicio de oxígeno, ya no te atormentará más nunca, eso te lo aseguro.

Asiento con una sonrisa y regreso mi vista al mar, personas como Martín merecen lo peor del mundo, no me da ni una pizca de lástima lo que sea que le hayan hecho.

RenegadeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora