Capítulo 17

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Morgan

Me despierto con dolor de cabeza y unas terribles náuseas, tengo una gran montaña de músculos a mi lado de espaldas. Cierro los ojos porque siento que la habitación da vueltas y no quiero vomitar a Sergey.

No aguanto me levanto corriendo para ir al baño, cuando llego casi meto la cara en el inodoro para soltar hasta lo que no comí.

«Que asco.»

Siento a Sergey detrás de mí y me agarra el cabello para no llenarlo de vómito.

-¿Te cayó mal el trago rubia?. -dice y se carcajea.

Yo sigo en lo mío botando todo mientras él se burla, un rato después ya me he cepillado los dientes tres veces y me he duchado.

El grandulón está en la cocina desayunando y me da rabia verlo tan fresco como una lechuga.

«Desgraciado.»

Me hace una seña para que me siente a su lado donde está el plato del desayuno. Cuando voy a preguntarle quién cocinó entra una señora con cara de molesta a la cocina. Dice algo y no le entiendo entonces me mira más molesta aún, hasta que Sergey le dice algo que no entiendo tampoco y cambia la expresión.

-Te está dando los buenos días. -aclara Sergey.

-Ehh ok... Buenos días. -digo en mi idioma porque no tengo ni idea de cómo decirlo en ruso.

-Buenos días, disculpa mi expresión pero es que no me caen bien las mujeres que traen para acá. Son muy maleducadas. -habla amable en inglés.

-Maria, deja el tema. -advierte el grandote.

-¿Qué? Es verdad, que sean putas no quiere decir que sean maleducadas. Por lo menos ella si es educada y no parece que está metida en esa vida.

-No soy ninguna puta. -digo molesta.

-Lo siento, yo pensé que tú...

-Te dije que dejaras el tema, María, es la mujer de Nikolai y no creo le guste que le digas puta. Ahora vete. -suelta serio el hombre a mi lado y la mujer sale de la cocina apenada.

«¿Yo, mujer de ese imbécil? ¡Está loco!»

-¿Por qué dices semejante idiotez? Yo no soy mujer de nadie. -hablo aun mas molesta, una me dice puta y el otro me pone de pareja a un imbécil que no vale la pena.

-Es preferible que diga eso a que se enteren que eres una rehén de los Maximov o la hermana del asesino de Ekaterina. ¿No te parece? -me lo dice con rabia, algo extraño en el que siempre me ha tratado bien.

El hambre se me va al demonio así que me levanto sin haber tocado el desayuno y salgo dejándolo solo en la cocina. Escucho que me llama y no le hago caso, sigo hasta la habitación y cierro la puerta con pestillo, me voy hacia las puertas del balcón y abro para salir y ver el paisaje. Me acuesto en la tumbona y me quedo absorta mirando al cielo pensando que será de mí en este lugar, sí me matarán dentro de poco o me dejaran libre para ir a buscar a Dante y darle su merecido. No tengo miedo a morir porque lo he querido desde ese día, la única vez que tuve el valor de acabar con mi vida no salió como esperaba y acá estoy, viendo el cielo de San Petersburgo en la tarde; a lo mejor en el fondo no quiero irme de este mundo y solo quiero disfrutar de las cosas que se me han negado con la única persona que me quiere.

Pensar en mi abuela me pone sensible porque ha sido la única que ha estado conmigo durante toda mi vida de manera incondicional, también hace mucho tuve un hermano al que quise con todo mi corazón, mismo corazón que rompió cuando se convirtió en la porquería que es hoy. En el caso de Ben y Stella siempre entendí que no tuvieron tiempo para sus hijos porque eran personas grandes con responsabilidades como el trabajo, fiestas de caridad, comida de negocios pero a medida que fui creciendo entendí que lo hijos eran para ellos un complemento para ser bien recibidos en la cochina sociedad en la que tanto quieren encajar como una familia, que los negocios eran más importantes que todo lo demás, que las fiestas de caridad eran noches de sexo con sus respectivos amantes.

RevengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora