Capítulo: 10

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"Yo sé querer, y sé amar. Pero tengo un gran defecto, no sé rogar".
–Marilyn Monroe.

✧✧LEONARDO✧✧

Termino de fumar e ingreso a verlas. Diana se ve mucho más tranquila ahora, Vivianne parece estar despidiéndose de ella. Una vez están de pie las dos, se dan cuenta de mi presencia, y me acerco por completo.

—Está bien, por el momento, descansa —Vivianne toma las manos de Diana y las acaricia con cariño.

—Muchas gracias—la sonrisa de la pelinegra me hipnotiza un poco.

—No es nada, cariño. Entonces...—mi amiga y doctora recoge su bolso—. Yo me voy.

—Te acompaño a la salida—intento avanzar pero ella es más rápida y se despide de mí con un beso en la mejilla, abraza a Diana, y luego “corre" hacia el ascensor.

—¡Sé dónde queda! ¡Tú no la dejes sola!—me guiña un ojo y cuando entiendo todo.

«Voy a asesinarla».

Vivianne nos sonríe desde el elevador y las puertas se cierran. La pelinegra de ojos azules y yo nos sumimos en un profundo silencio que ninguno parece querer romper. Tomamos asiento, uno al lado del otro, en el sofá largo de cuerina negra. Ella toma de la mesa un vaso de agua, imagino que Vivianne se lo dió mientras yo no estaba.

Finalmente ella me mira, pero deja de mirarme cuando volteo y la miro también. Repetimos la secuencia unas tres veces hasta que suspira y gira su cuerpo en mi dirección.

—Gracias—decimos al unisono, su expresión se torna confundida.

—¿Por qué me agradeces tú a mí?—inclina su cabeza hacia un costado, noté que hace éso cada vez que pregunta algo que parece descolocarla, pero dudo que ella sea conciente de que lo hace.

—Por la Aspirina de esta mañana—no miento. Ella se toma su tiempo para observar mis ojos, y luego habla.

—Gracias por ir a buscarme—su voz suena sincera.

Por un momento, volvemos a callar, pero esta vez nos miramos fijamente. Mi cuerpo imita al de ella y se gira en su dirección, dejando nuestros rostros enfrentados.

—Dejame a mí tomar las represalias —sé que entiende de qué hablo, o de quién.

—¿Qué vas a hacer, Leonardo?

—Dejame—insisto.

—De acuerdo, mientras no vuelva a verlo.

«No lo harás».

Diana me mira como desconfiando de mí, y no dudo que así sea.

—¿Qué le harás?—cuestiona.

—Recibirá la única justicia que deben recibir los de su tipo—sentencio. Ella parece entender algo, porque no pregunta más.

—¿Hace cuánto vives aquí?—cambia de tema.

—A partir de hoy.

—Es lindo —detalla mi departamento con ésos ojos azules que se asemejan a un océano.

—Lo diseñé—no sé porqué le cuento ésto.

—¿Al interno?—nuevamente, ladea su cabeza.

—Al edificio —aclaro.

—Vaya...—alza sus cejas, sorprendida, y ése gesto me provoca una risa que guardo.

—Te daré algo de ropa—me pongo de pie y espero a que ella haga lo mismo, para comenzar a caminar—. ¿Ése corte en tu pierna lo hizo él?—pregunto acerca del vendaje que tiene.

SERENDIPIA: Jugadas Del Destino [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora