Operación Rescate I

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—¡Artemisa, Artemisa! —Wally gritó a la pantalla.

—Ya no nos escuchan —Batman no dejó de teclear en la computadora. Su mandíbula estaba apretada y estaba muy seguro de que su piel lucía más pálida de lo normal. Pudo ver a Dick por unos cortos segundos y solo pudo sentir pánico al verlo tan débil y claramente herido.

—Pero aun podemos verlos y oírlos —el pelirrojo señaló la cámara encendida. Al inicio de la llamada solo pudo tener un primer plano de Artemisa, algo pixelado, pero después de que Dick se levantó de su asiento; entró en el campo de la cámara y pudo verlo también. Y lucía muy mal.

—La comunicación de audio se cortó de su lado de la línea, y creo que ellos no tienen video —Conner dijo.

—La Atalaya tiene la ubicación —Batman los interrumpió —. Están en Idaho. Tomen la Bionave y salgan inmediatamente. Nosotros nos encargaremos del resto y la portada para la prensa —Batman miró a Superman, Flash y Flecha y estos salieron disparados al tubo zeta. Batman fue detrás de ellos.

—Bien, mi trabajo aquí terminó —Roy anunció desactivando las pantallas holográficas.

—¿No vendrás con nosotros? —Wally le reclamó sin molestarse en ocultar su sorpresa.

—Lo siento amigo, pero ellos los necesitan a ustedes, no a mi —el arquero se disculpó mientras se dirigía al tubo zeta.

—¡Ellos también te consideran un amigo! —Kaldur le replicó antes de que desapareciera con la computadora anunciando su designación.

—No me necesitan. Cuando los rescaten, me avisan... —Roy dijo sin mirarlos de vuelta.

Wally apretó los labios, pero no esperó a que terminara la oración cuando ya estaba camino a la nave con su uniforme en modo furtivo, no tenía tiempo para discutir con Roy, el resto llegó detrás de él. Despegaron de inmediato.

...

Artemisa despertó con un horrible dolor de cabeza y hombros. Sintió sus manos amarradas detrás de su espalda. Pronto notó que no la amarraron solo a ella, con una rápida mirada de reojo supo que Dick estaba en la misma posición que ella. Literalmente.

Estaban en una sala diferente, una habitación que le recordaba a un salón de interrogación, con vidrio de doble espejo y todo. Solo había una puerta y los vigilaba un hombre vestido todo de negro. A diferencia de los guardias de antes, este si parecía estar armado. Intentó verlo con disimulo, pero fue inútil, el tipo no les quitaba los ojos de encima.

—Ya despertaste, eso fue rápido —dijo el hombre, casi de una manera jovial —. Eso significa que seguirán dándonos problemas si los dejamos solos. Es una lástima que no hayan sido tan fáciles como los otros.

Artemisa tragó saliva al oír eso. Acaso significaba que los otros chicos estaban... No. Los ojos se le llenaron de lágrimas de la frustración por enésima vez en el día.

Sus oídos zumbaban ante las palabras despreocupadas de un hombre al que no le importaba que asesinaran a un grupo de niños indefensos. Se le revolvió el estómago solo de verlo. ¿De verdad existían personas así de malvadas? Su propia pregunta mental le causó tirsteza. Claro que existían personas así, ella los conoció de primera mano.

La puerta se abrió cuando un hombre de aspecto maduro, vestido con una bata blanca, entró con un maletín en su mano. No dijo nada, solo puso el maletín en una mesa solitaria al fondo de la pequeña habitación y Artemisa lo vio preparar algún tipo de inyección.

—¿Le dieron la orden, doc? —el guardia preguntó viendo hacia el doctor.

—Si, no vale la pena seguir presionándolo —el doctor le respondió sin verlo.

IdentidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora