Actuación

208 20 9
                                    

Artemisa esperó pacientemente a que Dick despertara. No tenía idea de cuánto tiempo llevaban allí, pero estaba segura de que no eran pocas horas. Dick llevaba durmiendo como una hora en ese punto. Él empezó a removerse hasta que abrió los ojos brillantes por la fiebre que al parecer era permanente en ese punto.

—¿Cómo te sientes? —Ella lo ayudó a acomodarse.

—Como si me hubieran disparado... Oh espera: Me dispararon.

—Es bueno saber que estás mejor —ella dijo con una expresión seria —. Porque ya sé cómo sacarnos de aquí. Creo.

—Ese "creo" no suena muy convincente.

—¿Ves este bisturí? Pues bueno, va a atravesar la cámara de seguridad —ella le explicó en susurro, sin querer arriesgarse a que también estén grabando audio —. Necesito que te levantes y te sientes, una vez que haya golpeado la cámara, tienes que levantarte lo más rápido que puedas y salir por esa ventilación —señalo un extremo de la habitación —. Ya la revisé y no tiene tornillos —aclaró.

Dick la escuchó con atención y asintió. Se levantó con cuidado y revisó sus síntomas. Le dolía el costado, pero podía manejarlo. El mareo había desaparecido y su cabeza no palpitaba, lo cual era bueno. Respiró profundo cerrando los ojos y asintió hacia Artemisa.

Ella respondió empezando a contar. —1...—posición el bisturí entre sus dedos de la forma adecuada para lanzar —. 2... —se giró y no lo pensó más. Lo lanzó y dio justo en el blanco. Los cables de la cámara hicieron corto circuito.

Dick se levantó de la cama de inmediato. Si había alguien vigilando no tardarían en llegar a buscarlos. Se deshizo de la rejilla con relativa facilidad y se metió en el conducto muy a pesar de la punzada en su costado herido. Pudo oír a Artemisa que iba detrás de él.

Lo único que le preocupaba es que en realidad no sabía a donde iban. Solo avanzó por el conducto por direcciones al azar.

Dick se detuvo frente a una rejilla y miró a través de ella por varios segundos.

—¿Qué ves? —Artemisa le preguntó al ver que Dick se quedó paralizado.

Dick tragó saliva. —No creo que en este hospital traten a los vivos.

Artemisa no entendió de qué hablaba, así que se asomó a la rejilla y se tapó la boca para no soltar el grito atorado en su garganta. La sala debajo de ellos era una especie de congelador gigante, lo reconoció de las película de terror y las tantas veces que le tocó entrar a una morgue para reconocer un cuerpo. Lo terrorífico de la vista era que había varios cuerpos fuera de los congeladores. Cuerpos de niños.

—Vámonos —Dick la hizo reaccionar, avanzando por el conducto detrás de ella. Lo siguió sin haber superado el shock inicial. Por un momento se asustó de que Dick no haya reaccionado histérico ante la vista, ella en verdad tenía miedo en ese punto. Antes escuchó sobre organizaciones que traficaban mercancía en el mercado negro, entre ellos a personas, vivas o muertas.

Se deslizaron por los conductos de ventilación en silencio, arrastrando sus rodillas y codos a modo de hacer el menor ruido posible. Dick no se detuvo hasta llegar a una rejilla en la que no tuvieran que saltar al salir. Él la abrió, apenas, con su hombro derecho, estaba atorada y tuvo que hacer algo de fuerza que no tenía en ese momento.

Artemisa salió detrás de Dick y rápidamente estudió la sala, era un cuarto de archivos solitario y oscuro, sin cámaras ni ventanas, tan solo un montón de archiveros y la puerta de acceso y salida. Miró a Dick que se había quedado agachado un momento en el suelo y se acercó a él, preocupada.

IdentidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora