3.Como comencé a sufrir

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Estaba en el camino. Había rozado la zona prohibida y había sido perdonado con bastante facilidad.
Pero cuando a la mañana siguiente me dio un vuelco el corazón al verles en nuestro lugar habitual del jardín, supe que desearles lo mejor y anhelar una recuperación no tenían nada que ver con lo que aún requería de él.

¿Se le aceleraba el corazón al verme entrar en la habitación? Tenía serias dudas.
¿Me ignoró aquella mañana de la misma forma que yo le ignoraba a él: a propósito, para sacarme de mis casillas, para protegerse, para demostrar que no significaba nada para él? ¿O no era consciente, de la misma forma en que, a veces, las personas más observadoras son incapaces de entender los signos más obvios pues simplemente no están prestando atención, no les interesa, no les preocupa?

Cuando él y Ruslana bailaban, veía cómo ella quería algo más de él. Y los había pillado luchando en broma rebozados en la arena. ¿Cuándo había comenzado? ¿Y por qué no estaba yo allí cuando se inició? ¿Y por qué no me lo comunicaron? ¿Por qué no era capaz de reconstruir el momento en el que pasaron de ser extraños a casi amantes? Estoy seguro de que había muchas señales a mi alrededor. ¿Por qué no era consciente de ello?¿No era Juanjo como yo?

Comencé a pensar solamente en lo que harían juntos. Hubiese hecho cualquier cosa para arruinar todas y cada una de las oportunidades que tuviesen para estar solos. Hubiese comenzado difamaciones del uno contra el otro para luego contarle la reacción al otro. Pero también quería ver cómo lo hacían ellos mismos, quería estar presente, que me debiesen algo y ser su cómplice necesario, su intermediario, el peón que se había convertido en algo tan vital, tanto para el rey como para la reina, que era ahora el dueño del tablero.

Comencé a decir cosas agradables sobre ambos, fingiendo no tener ni idea de cómo marchaba todo entre ellos. Él pensaba que yo estaba siendo muy coqueto. Ella dijo que sabía cuidarse sola.

-¿Estás intentando emparejarnos?-me preguntó Ruslana con un cierto tono de burla en su voz.

-De todos modos, ¿a ti qué más te da?- me preguntó Juanjo,tan tosco como el sabe.-¿Estás intentando hacer que me sienta atraído por ella?

-¿Qué problema habría en ello?

-Ningún problema. Excepto que a mí me gusta ir por mi cuenta, si no te importa.-paso una mano por si cabello-Mira, es muy amable por tu parte, y yo te lo agradezco, pero déjalo.

Tal vez sólo no debí hacerle saber que me gustaban las chicos.

Su rechazo me indicaba que no iba a seguirme el juego. Me puso en mi lugar.
No, él es muy noble, pensé. No como yo, insidioso, siniestro y básico. Eso potenció mi agonía y provocó en mí unas marcas de vergüenza. Ahora, además de la deshonra de desearle de la misma manera que Ruslana, le respetaba, le temía y le odiaba por conseguir que me odiase a mí mismo.

La mañana siguiente de verles bailar no hice ningún ademán de ir a correr con él. Ni tampoco lo hizo él. Cuando finalmente lo saqué a colación, puesto que el silencio sobre la materia se había vuelto insoportable, me dijo que ya había ido.

-Estás siendo un poco dormilón últimamente.

Qué listo es, pensé yo.
De hecho, durante las últimas mañanas me había acostumbrado tanto a que me esperase que me confié y dejé de preocuparme de cuándo me levantaba. Así aprenderé. A la mañana siguiente, a pesar de que yo quería ir a nadar con él, ir al piso de abajo hubiese sido como la reacción de alguien escarmentado tras una eventual regañina. Así que me quedé en mi habitación. Tan sólo para demostrar que estaba en lo cierto. Oí cómo andaba con cuidado por el balcón, casi de puntillas. Me estaba evitando.
Bajé mucho más tarde. Para entonces él ya se había ido a recoger las últimas traducciones de la señora.

Il battito del nostro amore || JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora