2.Como me ilusione

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Sonreí, no por el ofrecimiento en sí, sino por la sutil trampa que había detectado. Inmediatamente, Juanjo captó mi sonrisa. Y tras haberla entendido, me la devolvió, casi burlándose de sí mismo, con la sensación de que si me daba alguna pista con la que yo pudiera descifrar su plan, entonces estaría confesando su culpabilidad; y aun así, negarse a confesarlo una vez que le dejé claro que lo había descubierto le condenaría todavía más. Por lo que sonrió para demostrarme que sabía que le había pillado, pero también para revelarme que era alguien lo suficientemente hábil como para confesarlo y, no obstante, poder disfrutar del cine juntos. Toda esa situación me fascinó.

Quizá esa sonrisa fuese su manera de afrontar mis ataques, como si se tratase de una insinuación tácita de que, a pesar de haber sido sorprendido mientras intentaba aparentar una completa naturalidad ante su ofrecimiento, él también había encontrado algo en mí por lo que sonreír, en concreto el placer astuto, enrevesado y culpable que experimentaba al descubrir tal multitud de afinidades imperceptibles entre ambos. Puede que nada de eso existiese y que yo me lo hubiese inventado todo. Pero los dos sabíamos lo que había visto el otro. Aquella tarde, mientras nos dirigíamos en bici a los cines, yo iba (y no me preocupé por ocultarlo) montado en el aire.

Así que, tras tantas perspicacias, ¿no se habría percatado de lo que significaba que me hubiese escabullido de su mano de forma tan brusca? ¿Ni tampoco que me inclinase sobre su brazo? ¿No sabría que no quería que me dejase marchar? ¿No sintió que cuando comenzó a darme el masaje, mi incapacidad para relajarme era mi último refugio, mi última defensa, mi definitivo pretexto, que no me habría resistido ni por lo más remoto del mundo, sino que era una resistencia falsa, que era incapaz de resistirme y que nunca iba a querer resistirme a pesar de lo que me hiciese o me pidiese que hiciera? ¿No sabría que, mientras estaba sentado en la cama aquella tarde de domingo en la que no había nadie en casa más que nosotros dos y le vi entrar en mi habitación para preguntarme por qué no estaba con los demás en la playa y decidí no abrir la boca para responder usando tan sólo un encogimiento de hombros, fue simplemente para no mostrarle que no era capaz de recabar el suficiente aire como para hablar, y que si conseguía pronunciar un solo sonido iba a ser para que se me escapase una confesión o un lamento, una cosa u otra?

Nadie jamás, desde mi infancia, había conseguido hacerme pasar un trago así.

-Tengo una mala alergia-dije por fin-Y la mucosa sensible no ayuda

-Yo también-me contestó.-Probablemente la misma.

Volví a encogerme de hombros.Estabamos en mi habitación,la de invitados,ya que la mía era suya mientras tanto.Recogió mi viejo osito de peluche con una mano, se inclinó hacia él y le musitó algo en el oído. Después, tras girar la cabeza del osito hacia mí y modificando su voz me preguntó

-¿Qué ocurre? Estás enfadado.

Para entonces ya debía de haberse percatado del bañador que llevaba puesto. ¿Lo llevaba más bajo de lo que rige la decencia?

-¿Quieres ir a nadar?-preguntó.

-Quizá después-le respondí yo, haciendo uso de su palabra, pero intentando hablar lo menos posible para que no se diese cuenta de que estaba sin aliento.

-Vamos ahora-dijo, extendiendo la mano para ayudarme a levantar.
Se la cogí y ocultándole el lado de la cara que daba a la pared para evitar que me viese, le pregunté

-¿Debemos hacerlo?

-Anda Martin,me cambio y te veo abajo.

Esto es lo más cerca que jamás he estado de decirle "quédate". Quédate a mi lado. Deja que tu mano vuele hacia donde desee, quítame el bañador y tómame, no haré ningún ruido, no se lo diré a nadie, sabes cómo estoy y si no lo sabes, cogeré tu mano, me la meteré ahora mismo dentro del bañador y dejaré que introduzcas todos los dedos que te apetezca dentro de mí. ¿No se habría enterado de nada de esto?

Il battito del nostro amore || JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora