4.Como me arme de valentia

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Aquella tarde, me descubrí a mí mismo tomando buena cuenta de dónde se hallaba cada persona de la casa. Un nuevo y vergonzoso impulso se apoderó de mí antes de lo que me hubiese imaginado. No me habría costado nada volver a escabullirme al piso de arriba.
Una tarde, mientras leía en la biblioteca de mi padre, me encontré con la historia de un joven y apuesto caballero que estaba locamente enamorado de una princesa. Ella lo estaba de él también, pero no se había percatado de todo de ello y pese a la amistad que floreció entre ellos, o quizá precisamente por dicha amistad, él se encontró tan comedido y estupefacto ante su pureza vedada que fue incapaz de manifestar su amor.

Cierto día él le preguntó directamente

—¿Es mejor hablar que morir?

Yo ni siquiera tendría el coraje de hacer tal pregunta.Pero Elio si, y no hay más que se me ocurra que eso.Claro que como buen fanático,tuve que leer los libros que Elio leía también.

Deja que lo sepa, deja que lo vea, deja que me juzgue también si así lo desea, pero que la gente no lo sepa. Incluso cuando tú eres mi mundo ahora mismo, incluso si en tus ojos se oculta un universo horrible y despreciativo. Esa dura mirada tuya, Juanjo, preferiría morir antes que verla de nuevo una vez te lo hubiese confesado.

 Esa dura mirada tuya, Juanjo, preferiría morir antes que verla de nuevo una vez te lo hubiese confesado

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Las últimas semanas de julio, las cosas llegaron a un punto crítico. Parecía claro que después de Ruslana había habido una serie de cotilleo en el pueblo, enamoramientos, pequeñas pasiones, amores de una noche, aventurillas, quién sabe.Claramente ningúna era cierta.

Una simple mirada a sus espaldas cuando daba la casualidad de que estaba revisando sus manuscritos en su cielo particular me hacía preguntarme dónde habría estado la noche anterior. Con qué naturalidad y libertad movía sus omoplatos cada vez que se revolvía, con qué inconsciencia atrapaban el sol. ¿Aún se veía con Ruslana? ¿O sabía a crema solar? ¿O a aquel olor que se impregnó en su camisa azul?

Ojalá yo tuviese unos hombros así. Quizá si los tuviese no los desearía tanto.

¿Deseaba ser como él? ¿Anhelaba ser él? ¿O solamente quería tenerle?

O tal vez los verbos ser y tener son totalmente inadecuados para esta rebuscada trama del deseo, en la que poseer el cuerpo de alguien para poder tocarlo y ser ese alguien al que ansiamos manosear son lo mismo, sencillamente son las dos orillas de un río que fluye de nosotros a ellos y de vuelta a nosotros y una vez más hacia ellos en un circuito perenne en el que las cavidades del corazón, al igual que las escotillas de la esperanza, las guaridas del tiempo y los falsos fondos en el cajón que llamamos identidad, comparten una lógica seductora de acuerdo con la cual la distancia más corta entre la vida real y la vida irreal, entre lo que somos y lo que queremos, es una escalera de caracol designada con la misma crueldad traviesa.

¿Cuándo nos habían separado a ti y a mí, Juanjo? ¿Y por qué yo sí lo sabía y tú no? ¿Es tu cuerpo lo que anhelo cuando pienso en tumbarme a su lado cada noche o lo que quiero es colarme en su interior y poseerlo como si fuese mío, como si yo fuese tuyo. Tú en mí, yo en ti…

Il battito del nostro amore || JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora