-La amo.
Así de sencillo. Así de fácil. Y ya que había pronunciado aquellas palabras, que las había admitido, sintió una oleada de placer profundo y agradable que le sacudió el centro del alma.
-¿Estás seguro?
-Sí. Estoy seguro.
-Entonces, ¿por qué estás todavía aquí?-le pregunto Narcissa.
-Por qué soy idiota-respondió Draco corriendo hacia la salida.
No podía esperar un minuto más para ver a Hermione, para decirle que la amaba.
-¡Estoy deseando conocer a la señorita Granger!-gritó su padre-. !Y a mí nueva nieta!
-Que gracioso, seremos abuelos-bromeo Lucius. ¡Ah cierto el ganador del sorteo!-solto tomando la carta para dársela a su lechuza.
Narcissa miró a su esposo con la boca abierta.
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Hermione trato de concentrarse en el trabajo. Pero no le resultaba fácil. A pesar de la cantidad de trabajo que tenía, su mente seguís divagando. Sin embargo era agradable volver a trabajar. Desde luego era mucho mejor que quedarse sentada en su apartamento sin hacer otra cosa que lloriquear por Draco. Al menos allí estaba demasiado ocupada como para llorar todo el rato.
Ella y Luna habían conseguido en trabajar en turnos diferentes, así que luna cuidaba a Chleo mientras ella trabajaba. Así al menos no tenía que preocuparse por la niña mientras trataba de seguir adelante con su vida.
Tomó su bolso y fue hacia la máquina de café que había en el corredor de su oficina. Necesitaba mantenerse despierta por unas horas. Camino hacia la máquina y se encontró la mirada penetrante de Draco, su corazón dio un vuelco.
-¿Qué estás haciendo aquí?-preguntó sintiendo de pronto que no podía respirar.
-Fui a tu apartamento y Luna me dijo que habías vuelto al trabajo.
-¿Pero para que has venido?
-Te he echado de menos-aseguro él, aquellas palabras se metieron en Hermione en el corazón, disipando la pena que sentía.
-Tenía que verte Hermione-susurró Draco.
-No es una buena idea.
-Es la mejor idea que he tenido.
-No me hagas esto. No nos los hagas a ambos.
-De eso trata exactamente-murmuró él-. Hay un nosotros, Hermione aunque no lo hayamos planeado.
Draco deslizó la punta de los dedos por la mejilla. Ella se estremeció.
-¿Y ahora que?
Draco se inclinó hacía ella, la beso apasionadamente durante un largo rato y después se aparto.
-A tu casa. Ahora mismo-dijo con firmeza.
Hermione no sabía cómo había ocurrido, como había pasado de lo charlo de menos a estar entre sus brazos en el asiento de cuero de la parte trasera de un taxi. Pero se dijo a sí misma que lo mejor sería no plantearselo, limitarse a aceptar el momento, hundirse en la magia de Draco.
El taxi se detuvo frente a la casa de Hermione y Draco le dejo al taxista un par de billetes de propina, salió del coche y tomó a Hermione de la mano para ayudarla a bajar. A la pálida luz de la farola de la calle se le veía el rostro sonrojado, los ojos abiertos de par en par y la boca suave y deliciosa.
Entraron a toda prisa en el edificio, y durante el trayecto del ascensor, Hermione se arrojó en sus brazos y lo beso hasta que Draco sintió cómo le hervía la sangre. Cuando la puerta se abrió, corrieron por el pasillo y Hermione se dispuso a buscar sus llaves.
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Como un rayo de luz
Romance¿Realmente todo está perdido? ¿Aún puedo volver a empezar? Esa eran las preguntas que, Draco Malfoy se hacia todas las noches antes de dormir, pero eso cambio aquella noche cuando decidio ayudar a Hermione Granger.