Capitulo 4

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La niña despertó.

Hermione estaba soñando con un gatitos que gemía suavemente, reclamando atención.

Pero cuando abrió los ojos se dio cuenta de que no era ningún gatito, si no su propia hija totalmente despierta y al parecer hambrienta.

-Acaba de despertarse.

Aquella voz profunda era inconfundible. Igual que el escalofrío que le recorrió la espinal dorsal. Hermione miró al hombre que estaba sentado en una silla al lado de la cama y, sintió que el estómago le daba vuelco.

Se sintió como una idiota. Allí estaba una madre primeriza, una madre soltera, en buena medida porque se había dejado guiar por el corazón en vez de por la cabeza. Había confundido el interés de un hombre hacia ella con amor, y ahora estaba... bueno allí estaba. Pero no estaba dispuesta a cometer el mismo error. Ahora no era sólo su propia felicidad lo que estaba en juego. Había un bebé en el que pensar. Su hija. Su familia.

Con aquel pensamiento firme en la cabeza Hermione cruzo la mirada con aquellos ojos grises como una mañana de tormenta y resistió la tentación de tocar su rostro.

-No puedo creerme que haya seguido durmiendo cuando ella se ha despertado. ¿Qué clase de madre soy?

-Una madre cansada-respondió Draco inclinadose hacia adelante y sonriéndole. De todos modos creo que ella se las hubiera arreglado para llamar tu atención.

-¿No es algo increíble?-susurró Hermione deslizando suavemente un dedo por la mejilla de su bebé.

-Es preciosa-reconoció Draco. Pero estaba pensando ahora mismo que la increíble eres tú, Granger.

Las cosas que estaban un poco tensas.

-Es una manera sutil de decir-aseguró Hermione con una carcajada.

Draco asintió con la cabeza pero no aparto la vista de ella. Parecía incapaz de dejar de mirarla. Y mientras pensaba en ello, se preguntó que demonio se suponía que tenía que hacer. Aquello no era precisamente una situación romántica.

La niña gimió de nuevo y apretó los puñitos. Draco consiguió apartar la vista de Hermione y pisarla sobre aquella cosa tan pequeña y tan indefensa. No pudo evitar sonreír. Lo invadió un sentimiento tierno y cálido y se permitió disfrutarlo durante un instante.

-¿Tienes ya pensado un nombre?

-He estado pensado en ello-respondió Hermione girándose un poco para ponerse más cómoda.

Déjame que la sujete.

Draco tomó a la niña acunandola en su brazos izquierdo. Por regla general, los hombres se sentían cómodos con un bebé en brazos. Era como una segunda naturaleza. Y la niña pareció notar su seguridad, porque se acomo al instante, como si hubiera amando estado esperando a Draco.

-Vaya -susurró él-. Eres toda una rompe corazones, ¿he?

-Le gustas-dijo Hermione mirando a su hija.

El camisón blanco que Andrómeda le había dejado la noche anterior le quedaba un poco grande, y le dejaba a la altura del escote, demasiada piel visible para la sensibilidad de Draco. Se le había resvalado del hombro uno de los tirantes, lo unido a sus rizos constituian una combinación imposible de inocencia sensual. Era suficiente para dejarlo sin respiración. Y aquella sonrisa suave que dibujaba sus labios tampoco ayudaba.

Draco se obligo así mismo a desviar la mirada hacia la niña y supo de inmediato que tampoco ahí estaba a salvo. Al contemplar los ojitos marrones del bebé sintió un puñetazo. Parecía como si la niñita estuviera mirando su interior en busca de una parte de él que nunca nadie había tocado con anterioridad.

Como un rayo de luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora