Saoirse Freztgerald.
—¿Estás segura de que solo será una caza de conejos y una fogata? —le pregunto a la rubia de ojitos canela frente a mi, ella mantiene un brillo de enamorada en sus ojitos.
—Bueno, tal vez... habrán jóvenes siendo jóvenes. —mueve sus manos disimuladamente. Ruedo los ojos y niego con la cabeza, ella sabe que no soy de esos grupos.
—Iré contigo, pero no seguiré cubriendo tu amorío con Víctor. —Camine hacia el closet en busca de ropa, Leyla me atrapo en pijama.
Como siempre estoy, despeinada y como una vagabunda.
—¡No sabes cuanto te quiero! —nalgueo mi trasero izquierdo desnudo, me había quitado el short para darle paso a una falda que cubre todo mis muslos con diseño escolar.
—Ya llegará el día que te cubriré para que te besuquee con alguien a escondidas. —se ríe acostándose sobre la cama. Bufé bajito y la ignoré, ella sigue pensando que sería capaz de escabullirme con un chico al igual que ella.
Yo prefiero hablar las cosas con mis padres, sus opiniones son muy importantes para mi y mi futuro. Si me llama la atención alguien les cuento, si alguien me hizo algo también les cuento, por lo menos a mi mamá, papá nunca está en casa.
—¿Y cómo va todo con San? Esta mañana no lo vi en la misa. —Leyla rompe el silencio a lo que mi pelo ondulado con la plancha.
San, es uno de los chicos más codiciados en el pueblo. Es de cuerpo ejercitado, ojos grises, pelo bien recortado y marrón. Un chico inteligente, educado y muy amable. Muchos pensaron que sería Padre, pero decidió seguir su vida como un hombre más del pueblo quien quiere hacer una familia y vivir día a día ayudando a los demás.
Es un pan de Dios. Está hecho para mi solita.
—Ayer me dijo que saldría del pueblo por unos "privados" a la ciudad. —hice comillas con mis dedos, mientras aplico un poco de gloss en mis labios. Este le deja un ligero rosado con brillitos.
—Mis ganas de ir a la ciudad son del tamaño de las tetas de la señora Allen.
—¡Leyla! —le lance un pedazo de dona que quedó en mi plato, ella solo rio y tuve que darle la razón.
La señora Allen tiene unos pechos enormes y muy firmes para su edad, sin contar a su hija mayor, Ruth, la rubia teñida de negro tiene unos pechos muy grandes. Ruth es un gran ejemplo a seguir de muchas chicas de aquí, es profesional, mi profesora de matemáticas, tiene buena relación con Dios, y parece llevar una vida buena.
En cambio él, Ethan, es un chico muy perdido en las malas lenguas, dicen que su vida es alocada y rebelde. Sexo, alcohol, drogas y tatuajes, pero yo la verdad nunca lo he visto haciendo algo mal. Solo que nos decepcionamos mucho cuando dejó la iglesia, hasta la universidad y se fue a la ciudad. Pero no se le puede juzgar, él tendrá sus razones.
Ethan siempre será el chico que me compraba helado de pequeña, por más insoportable que parezca, se que es un buen chico, pero nunca nunca me metería con él o lo vería con otros ojos.
Salimos de casa con el permiso de mi madre, nos montamos en nuestras bicis y nos adentramos al bosque húmedo. Son alrededor de las 4 de la tarde, el clima sigue frío y la lluvia amenaza.
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El estúpido Ethan.
RomanceEn un pequeño pueblo, donde las campanas de la iglesia marcan los días y las noches, vive Sao, una joven católica. Su vida está llena de oraciones, misas y rosarios. Pero todo cambia cuando Ethan, un chico apasionado y rebelde que conoce hace muchos...