Capítulo 3.

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Ethan Allen.

Sao, Sao, Sao.

Dime, ¿Quieres que te corrumpa?

¿Por qué confías y hablas con un tipo como yo? Estoy muy lejos de ser alguien de bien para este pueblo, o simplemente para ti.

Querida Caperucita, te digo tantas cosas con la mirada y ni siquiera entiendes el peligro que corres cerca de mi.

—No hagas nada estúpido. —me ordenó, alcé mi ceja derecha para que vea que no le haré caso.

—¿Por qué te metes a un barco viejo si no sabes nadar?

—No seas estúpido. Tu me metiste. —le di la razón recordando como la traje hacia hace unos minutos. Asentí, apagando mi rollo de marihuana y lanzándolo al agua.

—No lances eso ahí, podría contaminar el agu...

Baile mi cuerpo con fuerza, el bote se inclinó sobre mi y ella ahogó un grito antes de caernos al agua. Yo pude aguantar el golpe de agua fría, pero ella no se esperaba eso.

Abrí mis ojos dentro del agua helada, trate de visualizarla mientras nado en busca de la superficie, pero no la veo.

Cuando subí, mi pelo golpeó mis ojos y pude respirar mejor, veo como la pelirroja lucha contra el agua para no ahogarse.

Rápidamente fui hacia ella y la tomé de un brazo como si se tratara de una muñeca. Una muñeca de porcelana, de ojos tan verdes y brillantes como una perla desconocida, su pelo tan hermoso como el de una criatura de la mitología griega y el cuerpo de diosa.

¿Cómo lo sé? La vi crecer.

Ella no logra establecerse bien en el agua cuando la tomó del brazo, por lo que la suelto y ahogó otro grito desesperado y sin aliento. Pero me metí para sostenerla de la cintura y llevarla arriba, inhala aire por la boca de inmediato.

No pude evitar sonreír al verla empapada y luchando con los mil demonios para sostenerse de mi polo y respirar mejor.

—Eres un estúpido. —me escupió, con una mirada asesina.

—¿Te quieres ahogar? —la solté.

Ella se sostuvo de mí como pudo, pero aún así logro beber mucha agua, volví a reír y la tomé por el trasero para levantarla.

El tacto jugoso y suave de sus glúteos en mis manos me hizo tensar, no esperé esa reacción de mi cuerpo. Pude sentir muy bien su ropa interior floja en mis manos, ella se sostuvo de mi cuello con fuerza.

Ni se inmutó ante mi tacto en sus nalgas.

Dios mío, ¿Por qué dejé la iglesia? Esta niña...

Ethan, ella es menor.
Ethan, la cárcel.
Ethan, la viste crecer.
Ethan piensa en la biblia.

¿Qué biblia del demonio? Apreté su nalga izquierda con deseo, ella se tensó sobre mi. El calor de su cuerpo amena calor y tiembla por el frío.

Volví a sujetar su nalga izquierda con fuerza, ella abrió los ojos. Nunca imaginé sentir este calor por ella.

Quiero tocarle todo el cuerpo.

El estúpido Ethan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora