Capítulo II

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Una fuerte brisa golpea mi rostro, una tan fresca como aquellos días en donde era un aprendiz. Abro mis ojos lentamente hasta ajustar la vista a mi entorno y me encuentro con el cielo. Las nubes que pasan por allí me relajan y me hacen olvidar todo.

Esto definitivamente es paz.

—¿En dónde, que es este lugar? —pronuncio apenas recobro la conciencia en su totalidad.

A mi alrededor solo hay pasto, pero sus hojas son demasiadas altas como para ver a través de este. Es como una pradera sin fin.

Me hago las fuerzas para levantarme de aquel cómodo suelo y comienzo a caminar hasta encontrar el borde, en cuanto lo encuentro puedo ver una caída catastrófica a tan solo unos pasos. En este momento caigo en cuenta de que me encuentro en la cima de un enorme monte. Miro por todo mi alrededor, intentando ubicar al pueblo que debía proteger, pero todo está rodeado de árboles y naturaleza. Al tratar de ver más allá de las plantas, reconozco de inmediato lo que se encontraba al final de todo esto.

El inmenso océano.

—Despertaste —escucho una voz suave a mis espaldas.

Me giro velozmente e intento agarrar mi espada por un acto de reflejo, pero no la portaba conmigo, ni tampoco traía puesta mi armadura. Mientras me doy cuenta de todo esto, un pequeño y agitado suspiro se me escapa.

—Tranquila —dice mientras baja una cubeta con agua —. No soy tu enemigo, solo traje un poco de agua para limpiar tus heridas y para que bebas un poco de ella. —Me sonríe un poco y retrocede lentamente de la cubeta, dándome el paso libre hacia ella.

Es otro humano, es un chico, pero sigo sin confiar en él, de lo que he aprendido a lo largo de mi vida, ningún ser humano es capaz de acercarse a otro y ayudarlo sin conseguir algo del otro, menos si me pongo a la defensiva de esta forma. Aun así, estoy sedienta y necesito tomar, aunque sea, un sorbo de agua.

Mantuve mi vista pegada en él mientras me acercaba hacia la cubeta y la atraje hacia mis manos.

—Es toda tuya —dice, bajando sus manos y volteando para que no sospechase de él, dándome la espalda.

Miro la cubeta entre mis manos y tomo, de un sorbo, toda el agua que contenía en ella.

—Toma más despacio, te puedes atorar —dice relajado, sin darse la vuelta.

Limpio mi boca con el brazo y me muevo bruscamente para acercarme a él, pero siento un leve enfriamiento en mi torso.

—Ngh —emito un leve quejido.

—¿Estás bien? —pregunta aquel chico, volteándose y acercándose a mí.

En su expresión se refleja la tristeza. ¿Por qué?, no le he hecho nada malo.

Bajo la vista hacia mi estómago y de allí veo brotar algo de sangre. No recuerdo haberme lastimado o abrirme una herida en esa zona.

—Solo déjame —dice él, en un intento de tocarme, pero no se lo permito—. Vamos, es una herida abierta, podrías morir si no te lo trato ahora mismo —dice con impaciencia, esperando a que le dé el permiso de acercarse.

Levanto mi prenda superior y veo una gran cortadura en mi torso, era similar a las que tengo por todo el cuerpo, supongo que el metal de mi armadura debió de romperse e incrustarse otra vez.

Sacudo mi cabeza para darle a entender que no hiciera nada, pero él solo suspira.

—Tú me obligaste a hacerlo —dice y, a los pocos segundos, estira su brazo hacia mí para soltar unos polvos luminosos verdes. No me doy cuenta en cuanto mis piernas se debilitan y caigo en algo cómodo—. Descansa.

Mi Último Deseo || #PGP2024 || #POFG202R || ActualizandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora