El atardecer envolvía el Trinity College de Dublín en tonos dorados y anaranjados, creando un contraste perfecto con las sombras alargadas que se deslizaban por los antiguos edificios de piedra. Katherina observaba desde su ventana en la residencia universitaria, su mirada perdida en la figura de Axel, su enigmático vecino, que caminaba lentamente por el sendero empedrado. Su cabello negro como la noche y sus ojos azul oscuro lo hacían parecer una figura salida de un cuento de hadas oscuro.
Desde que Axel y su hermanastro Hudson se mudaron al barrio, Katherina no podía dejar de pensar en ellos. Axel, con su fría distancia y su estilo siempre en negro, era un misterio que ella estaba desesperada por resolver. En contraste, Hudson, con su cabello rubio y sus ojos verdes llenos de picardía, irradiaba una energía traviesa y sarcástica que la intrigaba de una manera completamente diferente. La presencia de ambos hermanos en su vida había despertado en ella una obsesión que crecía con cada día que pasaba.
Katherina suspiró y apartó la vista de la ventana justo cuando su hermana Caroline entró en la habitación. Con su cabello rubio y ojos azules, Caroline irradiaba una calma y comprensión que siempre lograba centrar a Katherina.
—¿Otra vez espiando a los vecinos? —preguntó Caroline con una sonrisa indulgente, sentándose en el borde de la cama de Katherina.
—No estoy espiando, solo... observando —respondió Katherina, volviendo la vista a Axel, que ahora se alejaba hacia la biblioteca.
—Sí, claro —dijo Caroline, arqueando una ceja. Sacó su cuaderno de psicología y comenzó a anotar algo—. ¿Y cómo va el proyecto de historia del arte?
—Bien, bien. Jade y yo encontramos unas referencias increíbles sobre el simbolismo en la pintura barroca —dijo Katherina, pero su mente seguía con Axel y Hudson.
Caroline la miró de reojo, su intuición afilada como siempre. Conocía a su hermana mejor que nadie y sabía que algo la estaba inquietando profundamente.
—Sabes, deberías concentrarte más en tu proyecto. Tal vez distraerte un poco de... bueno, de lo que sea que te tiene tan obsesionada —dijo Caroline suavemente.
Katherina frunció el ceño, pero sabía que su hermana tenía razón. Sin embargo, había algo en los hermanos que no podía ignorar, una atracción magnética que la empujaba hacia ellos, como si fueran dos imanes irresistibles.
Mientras tanto, en otra parte del campus, Jade estaba sentada en la cafetería con su guitarra eléctrica descansando a su lado. Con su estilo grunge y su naturaleza alegre, Jade era una presencia reconfortante y animada. Estaba inmersa en un libro de historia del arte cuando su mirada se desvió hacia la puerta y vio entrar a Bexley. La pelirroja, con su belleza casi divina y su estilo Y2K, caminaba con una confianza arrolladora. Los ojos entre verde y azul de Bexley parecían encontrar siempre a Jade, provocando una chispa de algo prohibido y tentador.
Bexley se acercó y se sentó frente a Jade con una sonrisa que era mitad seductora, mitad sarcástica.
—¿Qué lees? —preguntó Bexley, inclinándose para ver el título del libro.
—Historia del arte —respondió Jade, intentando sonar indiferente mientras cerraba el libro.
—¿Te importa si me uno a ti? —preguntó Bexley, aunque ya se había acomodado en la silla.
Jade asintió, sintiendo el tirón de la tentación que Bexley siempre traía consigo. Aunque su relación con su novia era perfecta, la presencia de Bexley comenzaba a sembrar dudas y deseos que Jade no quería enfrentar.
En la residencia universitaria, Caroline decidió cambiar de tema, intentando distraer a su hermana de sus pensamientos obsesivos.
—¿Sabías que están organizando una exposición de arte renacentista en la galería? —dijo Caroline—. Podríamos ir juntas este fin de semana. Jade seguro que también estaría interesada.
—Eso suena bien —respondió Katherina, sonriendo un poco—. Sería un buen cambio de ritmo.
Mientras las hermanas hablaban, el campus comenzaba a llenarse de murmullos sobre las recientes desapariciones. Aunque las noticias eran escasas, todos sabían que algo siniestro estaba ocurriendo. Varias personas habían desaparecido sin dejar rastro, y la policía parecía no tener pistas concretas.
Más tarde esa noche, Katherina, Jade y Caroline se reunieron en la sala común para una sesión de estudio. La sala, decorada con pósters de películas clásicas y obras de arte, era un refugio acogedor para las tres amigas.
—¿Han oído algo más sobre los secuestros? —preguntó Caroline, siempre atenta a las noticias locales.
—Solo rumores —dijo Katherina, con un escalofrío recorriendo su espalda—. Dicen que la policía no tiene pistas.
—Es aterrador pensar que algo así está pasando tan cerca de nosotras —añadió Jade, su tono más serio de lo habitual.
—Deberíamos investigar —propuso Katherina de repente, sus ojos brillando con determinación—. Tal vez podamos encontrar algo que la policía haya pasado por alto.
Caroline y Jade se miraron, sorprendidas pero intrigadas por la idea. La chispa de aventura y peligro era innegable, y las tres sabían que no podrían resistirse a seguir ese camino.
—Podríamos empezar por revisar los lugares donde desaparecieron las víctimas —sugirió Jade—. Ver si encontramos algún patrón o algo que la policía haya pasado por alto.
—Sí, y podemos utilizar nuestros conocimientos en historia del arte y psicología para analizar las situaciones desde diferentes perspectivas —dijo Caroline, ya en modo analítico.
A medida que discutían su plan, una sensación de inquietud y emoción se apoderó de ellas. Sabían que se estaban adentrando en un terreno peligroso, pero la curiosidad y el deseo de descubrir la verdad las impulsaba.
Esa misma noche, Katherina no podía dejar de pensar en Axel y Hudson. ¿Podrían ellos tener alguna conexión con los secuestros? La idea parecía absurda, pero había algo en ellos que no cuadraba, algo que la hacía sospechar. Decidió que, además de investigar los secuestros, intentaría acercarse más a los hermanos para descubrir sus secretos.
Mientras tanto, en su apartamento, Axel y Hudson discutían en voz baja. Aunque a simple vista parecían llevar una vida perfecta, ambos ocultaban un oscuro secreto que los conectaba con los asesinatos. Axel, con su frialdad habitual, miró a Hudson con una expresión sombría.
—Todo está yendo según el plan —dijo Axel—. Katherina ya está interesada en nosotros. Pronto se acercará más, y entonces podremos ejecutarlo.
Hudson asintió, una sonrisa traviesa en su rostro.
—Solo tenemos que asegurarnos de que no sospeche nada antes de tiempo. Y mantener a los demás a raya.
Axel y Hudson sabían que estaban jugando un juego peligroso, uno que podría tener consecuencias devastadoras si algo salía mal. Pero la tentación de ver su plan realizado era demasiado fuerte para resistir.
En la residencia, Katherina, Jade y Caroline se despidieron para la noche, cada una con sus propios pensamientos y preocupaciones. Katherina se tumbó en su cama, mirando al techo y pensando en lo que el futuro les deparaba. Sentía que algo grande y peligroso se avecinaba, algo que cambiaría sus vidas para siempre.
Mientras cerraba los ojos, una última imagen de Axel y Hudson pasó por su mente, y supo que no podría descansar hasta descubrir la verdad. La oscuridad de la noche se cerró a su alrededor, envolviéndola en un sueño inquieto, lleno de sombras y susurros de secretos por desvelar.
La aventura había comenzado, y nada sería igual para Katherina, sus amigas, ni para los enigmáticos hermanos que tanto la fascinaban.
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Obsesiones peligrosas
Misterio / SuspensoEn el idílico campus del Trinity College en Dublín, la tranquilidad de Katherina, Jade y Caroline se ve interrumpida por una serie de desapariciones inquietantes. Mientras Katherina se ve atrapada entre la fascinación y la repulsión hacia dos enigmá...