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Capítulo 4

¿Un juguete sexual? ¿Eso es lo que dijo?

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¿Un juguete sexual? ¿Eso es lo que dijo?

Hago mi mejor esfuerzo para controlar mis rasgos, rezando para que mi rostro no traicione mi sorpresa. Quiero que mi rostro permanezca en blanco y asiento con la cabeza a la deslumbrante pelirroja parada frente a mí.

―Puedo explicarlo ―me dice, con las mejillas ardiendo. Apenas puede mirarme a los ojos, y algo en ella me conmueve. Reprimo una sonrisa y niego con la cabeza, levantando una mano.

―Está bien, señorita Astor ―le digo, haciendo un gesto hacia la cama para pacientes en mi oficina. La maldita cosa es más bonita que cualquier cosa que poseo, y se adapta perfectamente a una mujer como la que tengo delante.

Ella me sonríe y mierda, mi corazón se salta un maldito latido.

No pensé que pudiera volverse más hermosa, pero maldita sea... Trago saliva mientras la sigo a la cama, poniéndome los guantes. Sus labios se abren cuando se sienta y me muerdo el labio. Lo que sea que tiene atrapado en ella debe sentirse muy bien si esa mirada en sus ojos es una indicación.

―Por favor, tenga cuidado, doctor ―dice con voz suave, y yo asiento, extrañamente nervioso. Pasé años haciendo rotaciones médicas. Esto está lejos de ser la cosa más loca que he experimentado, sin embargo, de alguna manera, estoy tan nervioso como cuando era pasante.

Ella cuelga la cabeza mientras expone lentamente más de su piel. Mis ojos siguen sus dedos mientras se levanta el vestido rojo, exponiendo sus muslos primero, hasta que casi puedo vislumbrar su coño desnudo, sin ropa interior.

Hyein junta las piernas y me mira vacilante. Es hermosa. La forma en que el rubor tiñe sus mejillas carmesíes, y la forma en que esos ojos azules traicionan sus nervios, es sin duda la mujer más hermosa que he visto en mi vida.

―No se ría, ¿de acuerdo? ―ella susurra.

Niego con la cabeza tranquilizadoramente y le sonrío.

―No lo haré. —Prometo.

Se sube el vestido hasta las caderas y abre las piernas, cerrando los ojos con fuerza. Reprimo otra sonrisa mientras me arrodillo frente a ella, absorbiendo el leve olor a fresa. ¿Lubricante?

―Está bien, echemos un vistazo ―murmuro, colocando mis manos enguantadas sobre sus muslos para abrirlos un poco más. Hyein jadea y coloca sus manos sobre mis hombros.
—¿Está bien? ―pregunto, preocupado.

No pensé que su rostro pudiera ponerse más roja, pero lo hace.

―Mmm... sí ―dice con voz ronca. Es tan jodidamente sexy, y dudo que se dé cuenta.

―No le haré daño, ¿de acuerdo?

Ella asiente y yo me inclino para echar un vistazo. No puedo ver nada. Lo que sea que haya puesto dentro de ella está en lo profundo.

DR. MIN YOONGIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora