Ese día no había tenido tanta suerte.
-¡Ahhh, déjenme en paz, pendejooos! - Exclamó el pequeño, zigzagueando entre los árboles mientras que una buena cantidad de gnomos de gorra roja le perseguían sin cesar, normalmente los gnomos no eran ningún problema, cuidaban los jardines de las casas y eran esencialmente muy bien portados, pero aquella especie en particular era peligrosa.
Nacen y crecen donde se ha derramado sangre humana y tienden a ser agresivos con cualquier criatura que tenga la mala suerte de topárselos.
Missa solía escapar de ellos sin problema, pero en esta ocasión eran demasiados, la pequeña hada comenzaba a cansarse, volaba cada vez más lento y aquellas criaturas sanguinarias y revoltosas estaban a punto de tomarle por los pies y de derribarle, si eso ocurría, sería el final de su corta vida, lo cual evidentemente sería desafortunado dadas las circunstancias.
Una ráfaga de magia provino de lo profundo del bosque, golpeando directamente a los gnomos agresores cuyo escandalo habían sacado al misterioso salvador de su sueño aletargado. Roier no entendía que había sucedido, solamente
sabía que quien sea que hubiese hecho aquello, definitivamente le había salvado la vida.
Con enorme curiosidad se acercó lentamente al claro boscoso, en poco tiempo vio la figura que a duras penas se había movido para volver a acomodarse sobre el suelo floral, abrió bastante los ojos al descubrir que se trataba de un elfo.
Jamás había visto uno en toda su vida, puesto que los mismos rara vez abandonaban sus magníficas ciudades para adentrarse en los bosques primigenios, estaba hipnotizado, por la increíble belleza de sus facciones y por la fuerza que manaba de su magia en descanso, sin lugar a dudas, era un ser demasiado poderoso

idioma floralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora