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El mayor extendió la mano con lentitud y sintió como la flor caía sobre su piel, era un tacto muy ligero que podía sentir con claridad, casi como la seda, con un aroma muy agradable.
Volvió su mirada hasta el castaño, quien sonreía satisfecho.
-¿Me consideras tu amigo? -Preguntó curioso, obviamente sabía que significaba cada flor, solamente que hasta entonces no se había interesado en considerar las intenciones del pequeñín.
-Claro que sí. - Respondió con simpleza.
-Si no me importaras, no vendría a verte todos los días.
-Quizás su magia no era lo suficientemente fuerte como para comprender las profundas razones que le atraían a él, sin embargo, ahí estaba, sin resistirse en absoluto a la enorme necesidad de permanecer a su lado todo el tiempo que le fuese posible.
-Yo no puedo sentir nada por ti, ni siquiera una amistad. - Respondió encogiéndose de hombros, si Missa desaparecía con el viento, Philza simplemente permanecería igual ¿No es así?...
de cierto modo la idea era inquietante.
-Porque estas maldito ¿No es así? -Ahora era Missa quien destilaba curiosidad, necesitaba saber todo al respecto, todo con tal de poder ayudarle aunque fuese un poco.
-Así es... una bruja me maldijo hace muchos años por no corresponder a sus sentimientos, se supone que estoy esperando a alguien destinado a mi... a alguien muy importante, pero incluso si apareciera en este momento no sería capaz de saberlo o de corresponderle. -Debería sentir pena por ello, pero para ese entonces, era poco más que una carcasa vacía.
Missa se encogió de hombros con pena, cayendo poco a poco sobre el regazo del mayor, varios sentimientos se arremolinaron en su interior, algunos buenos, como el deseo intenso de ayudarle y otros malos... más complejos, más

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