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de paciencia. Regalar begonias es mostrar a la persona que se está dispuesto a esperar por su atención.
En algún punto entre aquellos días tranquilos, Missa comenzó a sentirse relajado en torno al mayor, pasaba más tiempo con él en un profundo silencio que en casa con sus amigos o familiares, sentía un vínculo difícil de explicar, así como también la necesidad de encontrar una solución al mal que tan profundamente le aquejaba.
Una mañana en especial, cuando el rocío cubría las hojas del prado, Missa se acercó volando con lentitud, llevando consigo una Cala Blanca, la flor que simbolizaba la belleza, la colocó gentilmente en el regazo del mayor y allí quizás con algo de descaro se atrevió a acomodarse en su rodilla, sentado tranquilamente, con las piernas cruzadas y la mirada elevada, observando aquellas facciones cinceladas y perfectas a las que no se acostumbraba todavía. Sabía perfectamente que si no se arriesgaba, jamás iba a conseguir nada del otro. Missa finalmente ladeó el rosto, obviamente había notado la presencia ajena, pero no había llamado suficientemente su atención, su falta de interés era una piedra en su corazón, pero ahora que la pequeña hada se había posado en su regazo era sumamente difícil no voltearle a mirar, no recordaba la última vez que alguien se le había acercado tanto.
-¿Qué estás haciendo? - Le preguntó el rubio a Missa, quien había esbozado una enorme sonrisa porque aquella era la primera vez que el mayor le miraba.
-Haciéndote compañía
-Respondió tranquilamente.
-Y trayéndote regalos. -Se encogió de hombros, como si aquello fuese lo más normal del mundo. -No sé porque estás aquí tanto tiempo solo, pero todo el mundo debería tener a alguien con quien conversar.

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