Capitulo 8: Esto aún no termina

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Min-jun volvió en sí lentamente, sintiendo el dolor pulsar en su cabeza. Se encontraba nuevamente atado a una cama, pero esta vez, los cinturones eran más ajustados. Levantó la vista y vio a Ha-na en la cama de al lado, con la mirada perdida en el techo.

—Ha-na —susurró, tratando de captar su atención—. ¿Estás bien?

Ha-na giró la cabeza lentamente, su expresión llena de tristeza y agotamiento.

—Lo siento, Min-jun. No pude hacer nada antes. —su voz era apenas un murmullo.

—No te preocupes. Pronto saldremos de esta —dijo Min-jun, tratando de infundir esperanza en Ha-na a pesar de su propio temor.

Mientras intentaba mantener una conversación tranquilizadora, escuchó el ruido de pasos y voces en el pasillo. Los guardias se acercaban de nuevo, y el corazón de Min-jun se aceleró con cada paso que se acercaba. La desesperación aumentaba mientras pensaba en cómo podrían enfrentar otra ronda de interrogatorios o experimentos.

De repente, la puerta se abrió y varios hombres de BioNex entraron, vestidos con batas blancas y con una actitud fría y profesional. Entre ellos estaba el hombre que había regañado a los otros anteriormente. Min-jun lo reconoció por el tono de voz y la presencia autoritaria. Este hombre se acercó a la cama de Min-jun y lo miró con desdén.

—Parece que tenemos un pequeño problema aquí —dijo el hombre con una sonrisa cruel—. Creí que habíamos sido claros sobre las reglas.

Uno de los guardias se acercó para revisar las ataduras de Min-jun, asegurándose de que estuvieran bien ajustadas. Min-jun intentó mantenerse tranquilo, pero la tensión era palpable. Era evidente que el hombre en bata blanca tenía la intención de castigar a Min-jun por el intento de fuga.

—¿Por qué no nos cuentas sobre tu condición, Min-jun? —dijo el hombre, inclinándose hacia él con una sonrisa inquietante—. Sabemos que eres un Omega extremadamente recesivo. Sería mejor para ti cooperar con nuestras investigaciones.

Min-jun intentó mantener la compostura, aunque sentía el sudor frío recorriendo su frente. En su mente, se esforzaba por pensar en una solución o en una manera de escapar. Cada minuto que pasaba significaba un riesgo mayor para su vida y la de Ha-na.

—No voy a decirles nada ni voy a cooperar con ninguna locura —respondió Min-jun, con firmeza a pesar del miedo que sentía.

El hombre en bata blanca frunció el ceño y se giró hacia los guardias. Hizo una señal y uno de ellos salió de la sala. Cuando regresó, tenía un dispositivo en la mano que Min-jun no pudo identificar de inmediato.

—Muy bien, si no quieres cooperar, usaremos métodos más... persuasivos —dijo el hombre, activando el dispositivo. Min-jun sintió un zumbido eléctrico recorrer su cuerpo, un dolor agudo que lo hizo gritar. Luego de darle una descarga, tomaron su brazo y le inyectaron un líquido extraño. Su cuerpo empezó a arder.

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Ecos del Destino (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora