Desde su nacimiento se habían puesto grandes expectativas sobre sus hombros, ser la heredera de su padre no es algo que pueda tomarse a la ligera, aun con su corta edad, especialmente cuando él no tiene más vástagos que puedan sucederlo en caso de que ella sea insuficiente o muera.
Su padre le había dicho que ella era más que suficiente y no tenía necesidad de ningún otro niño o niña en su vida, pero Rhaenys no es tonta, sabe que las castas de sus padres y el difícil primer embarazo de su madre son lo que les impide intentar tener más hijos. No duda de la devoción y amor que sus padres le tienen, pero es obvio que ellos anhelan tener más niños o niñas para criar y amarlos como lo hacen con ella. Puede verlo por la forma tan atenta y honesta que tienen de cuidar a sus primos, los hijos de sus tíos Baelon y Alyssa, como si fueran suyos también.
En todo caso, es bueno que sus primos Daemon y Viserys puedan actuar como herederos si llegara a ser necesario, eso hace que su abuelo, el Rey, no presione más a padre para tener más hijos con su madre o para buscarse otra esposa que le pueda dar más vástagos. Solo así el bienestar de su familia y la estabilidad de los Seis Reinos pueden coexistir.
Las promesas hechas por su familia le hacen saber que solo la necesidad tras su muerte podría mover a su padre y a su abuela, la Reina Bondadosa, a quitarle su legítimo derecho de nacimiento para dárselo a alguien más. Lo cual era un alivio, porque Viserys es un idiota sin remedio y Daemon tiene un temperamento insufriblemente explosivo, aun siendo solo un bebé. No es como que no los ame, porque lo hace, son su familia y la familia es lo más importante del mundo, especialmente para un Targaryen. Pero su amor no es milagroso, este no hace a Viserys menos idiota o a Daemon menos temperamental.
De los dos siempre ha preferido a Daemon por sobre Viserys, desde el momento en que nació, ruidoso y demandando atención de todos a su alrededor. En el último año pensó que nada cambiaria eso, pero al tener a una pequeña Aemma Arryn de unos días de nacida en sus brazos no puede evitar pensar que se equivocó terriblemente, porque esos ojos azules acababan de robarle el alma y corazón por completo. Algo muy dentro de si cantaba y clamaba por permanecer cerca de la bebé y Rhaenys no pudo evitar ser indulgente consigo misma bajo la atenta mirada de su abuela.
Hace una luna su padre había desafiado al Rey Jaehaerys para poder volar al Valle para acompañar a su hermana menor, Daella, y a su madre en las últimas semanas del embarazo de la primera. Las cartas enviadas por la Reina hacia Desembarco del Rey habían inquietado a la mayoría de los hijos de esta que aun residen en la Fortaleza Roja, haciendo que sus padres empacaran algunas cosas esenciales para sí mismos y para ella antes de buscar a Caraxes en Pozo Dragón para ir a prestarle compañía y apoyo a sus familiares.
El viaje al Valle fue una experiencia nueva y emocionante para ella, pese a la tristeza y preocupación de sus padres estos intentaron hacer del trayecto algo memorable para Rhaenys, lo cual no fue difícil gracias a las hermosas vistas verdes de los bosques de las Tierras de los Ríos y el Valle. El vuelo en Caraxes tomo un matiz casi como de los cuentos fantasiosos que su madre le cuenta por las noches cuando comenzaron el ascenso a las montañas nevadas que resguardan el hogar ancestral de los Arryn.
Su corazón se aceleró cuando sintió los vientos fríos contra sus mejillas y pudo divisar a la fortaleza de piedra blanca, casi como si supiera que algo más, que algo importante, la esperaba dentro de esas paredes, pero Rhaenys aun no sabía lo que era.
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La Reina que pudo ser (El renacer de una dinastía)
Hayran KurguRhaenys había nacido grande, tan grande como las responsabilidades que debía cargar sobre sus hombros al ser la heredera de su padre. Él siempre le había dicho que ella era más que suficiente y no tenía necesidad de ningún otro bebé en su vida, pero...