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Llevo dos horas sentada en un incómodo asiento de plástico. La gente sube y baja del vehículo, muchos hablan y otros ríen. Mientras tanto, la música canaliza mis pensamientos.

Después de un largo rato observando la vegetación verde por la ventana, el conductor del bus frena en un pequeño parque. Dos columpios, uno roto y otro inestable, una fuente sucia y una escultura a la que no termino de dar figura.

Bajo del autobús, aún con los cascos puestos, y observo un cartel.

"Springdale, Terranova y Labrador, Canadá".

Ese es mi destino. Aquí es donde comienzo una nueva vida.

Mientras camino sobre el césped mojado, veo a algunos habitantes de este pequeño pueblo. Muchos son personas mayores que charlan y pasan el rato sentados en la calle. Apago la música que me ha acompañado durante varias horas y descanso mis oídos.

Paso por delante de ellos camino a mi nuevo hogar, pero no parecen muy satisfechos con mi llegada. Los escucho murmurar y me detengo.

—Tiene el pelo muy largo y oscuro, ¡seguro es una bruja! —dice una mujer mayor, señalándome.

—¿Y has visto sus ojos? Son oscuros como el fondo del mar, ¿qué esconderá tras su mirada? —comenta otro anciano, también señalándome.

Doy un largo suspiro y continúo por la estrecha calle de piedra hasta llegar a la puerta de mi casa. La abro con cuidado y esta chirría, dejándome tragar el polvo acumulado. Toso mientras entro. Las ventanas están sucias y algunas rotas. Apenas hay muebles: un sofá y una alfombra a la derecha de la entrada, un pasillo largo y un espejo al final.

Me acerco al espejo y, tras varias horas, vuelvo a ver mi pálido rostro. Mi cabello largo y oscuro cae en cascada sobre mis hombros, con algunos mechones enredados que no me preocupan mucho. Mis ojos oscuros reflejan el cansancio acumulado. Me aparto y noto mis pantalones vaqueros anchos, rasgados en los pies porque me los pisé, y mi camiseta blanca, también ancha, manchada de rímel. Uno de los cordones de mis zapatillas rojas está desatado.

Termino de observar la sucia casa y decido salir para terminar de recorrer el pueblo.

Un grupo de dos chicas y un chico se están tirando globos de agua en pleno otoño.

El chico me saluda con una amplia sonrisa. Su cabello rubio oscuro está desordenado y sus ojos verdes brillan con curiosidad. Parpadeo varias veces, sorprendida.

"—Vamos, Sophie, salúdale de vuelta."

Pero mis pensamientos parecen burlarse de mí.

Avanzo hasta ellos y freno en seco.

Levanto la mano y sonrío, mostrando mis dientes.

Una de las chicas se ríe, pero la otra le da un pisotón y ambas se ponen serias.

Una es rubia y la otra pelirroja, ambas con ojos azules.

Me maldigo una y otra vez.

—Soy Gus, tu nuevo vecino, y probablemente tu futuro mejor amigo.

Asiento y sonrío.

—Soy Sophie. Sophie Brook.

La chica rubia parece estallar en carcajadas.

—Perdón, no puedo evitarlo. ¿Brook? ¿No significa "arroyo"?

La pelirroja le pide que se detenga y luego se disculpa conmigo.

Tras un largo rato hablando con ellos, me he dado cuenta de que la rubia, Allison, no es mala persona; solo se aburre y no sabe como llamar la atención. Tiene una risa contagiosa, aunque a veces parece nerviosa. También he notado que Ivy, la pelirroja peinada con un moño, tiene pecas preciosas que deslumbran a la luz del sol, y en sus ojos reflejan una silenciosa amabilidad. Gus es un caso aparte; una vez que empieza a hablar, no hay forma de callarlo. Sin embargo, siempre tiene un punto gracioso que hace que sus comentarios nunca sean aburridos.

Sentados en los bancos de madera frente al parque admiramos el anochecer.

—¿Cómo has terminado en este pueblo rodeado de árboles y ancianos? —dice Ivy sin quitar la mirada del cielo.

—Mi madre me ha mandado aquí, porque mi abuela ha vivido en esta zona desde que era pequeña —respondo, tratando de no sonar melancólica.

Todos asienten ligeramente y surge un silencio incómodo.

—¿Has ido al bosque, Sophie Book? —pregunta Gus.

Niego con la cabeza, y luego él esboza una gran sonrisa.

—¿¡Qué estamos haciendo aquí parados!? —exclama él con entusiasmo mientras tira de la mano de Allison y de la mia para levantarnos del banco, aunque ella se resiste

Llegamos al bosque y nos detenemos en una casa del árbol.

—La construyeron nuestros padres cuando éramos pequeños —agrega Ivy.

Subimos por la escalera de cuerda y se sientan en unos pufs de color rosa. Unas fotos colgadas adornan las paredes, mientras que las luces LED recorren y dan ambiente a la habitación. También hay una gran cama y una pequeña nevera al lado.

—Mierda, es verdad —Allison se levanta del puf y se sienta en la cama.

Le miro con extrañamiento.

—¿Qué?

Ella me mira y examina.

—No hay asiento para ti, solo hay tres pufs, te cedo mi sitio —dice y después se tumba en la cama.

Asiento mientras que los demás ríen.

—Oye, nueva, ¿has oído hablar de la leyenda de "Las Mariposas del Sueño"? —pregunta Gus, inquieto.

—Gus, es luna menguante, no creo que sea buena idea... —dice la chica de cabello rubio, visiblemente asustada. Está sentada con las piernas cruzadas, juega con sus manos y se lame los labios nerviosamente.

—Allison, ya no eres una cría, tienes dieciséis años, madura —responde Gus con firmeza.

Miro a Ivy con el cejo fruncido, no logro comprender lo que están hablando. 

—Estáis confundiendo a la pobre muchacha —dice, mientras se suelta la larga melena pelirroja que llevaba atada en un moño.

—¿Tienes frio Ivy?, puedo dejarte mi camiseta si quieres. Ir en bañador por la noche en octubre no es muy cómodo —añade él con preocupación.

—No, pero puedes traernos un café helado a Allison y a mí —dice, mirándolo detenidamente. Luego fija su mirada en mí —. ¿Quieres uno, Sophie?—pregunta con curiosidad.

—Sí, aunque no me fascinan. Bueno, ¿qué era eso de la leyenda de "La Mariposa de tus Sueños"?—digo bastante confundida

Gus camina hacia la nevera, saca varios cafés, los abre y añade azúcar.

Allison me examina de nuevo. Tal vez mi pelo está muy enredado o quizás si parezco una bruja por lo largo que lo llevo.

—"Las Mariposas del Sueño" es una vieja historia que se contaba para que los niños no fueran al bosque de noche —explica la pelirroja, dando un largo suspiro—. Se dice que en las oscuras y frías noches de luna menguante, aparecen unas mariposas cuyo aroma tiene un efecto similar al de una droga: te deja aturdido hasta que caes dormido. Lo más terrorífico de esta leyenda es que, en los sueños, te enfrentas a tus peores pesadillas. También se cuenta que si mueres en el sueño, mueres en la vida real, y las mariposas te otorgan una segunda oportunidad, haciendo que olvides la vida que tenías, y dándote otra por la que vivir.

—Creo que he oído este cuento antes —digo, riendo.

—Te has olvidado de una cosa, Ivy —agrega Gus mientras nos trae el café helado con cuidado. Luego, se sienta y se desordena el pelo con la mano.

—Toda persona a la que se le haya otorgado una segunda oportunidad de vida tendrá una marca para recordarlo —explica Allison, aún mirándome detenidamente.

—¿Una marca? ¿Será una quemadura o... —comienzo a preguntar, pero la rubia me interrumpe.

—Una cicatriz en forma de mariposa.

Toco mi cuello, justo por encima de las clavículas, y trato de cubrir mi cicatriz delicadamente.

¿Una marca de mariposa?

EL ÚLTIMO EN SALIR.Where stories live. Discover now