EL ÚLTIMO EN SALIR.

𝟮.

He comenzado el instituto en el pueblo de al lado, ya que en este no había suficiente cantidad de niños para tener una escuela. El trayecto en bus no es largo, pero de todas formas, el tiempo pasa volando cuando hablo con Ivy en el viaje.

—Sophie, perdona que pregunte, pero... ¿tienes ducha en casa?

Mi piel pasa de ser blanca como la nieve a ser roja como un tomate.

—No, no funciona —respondo con timidez.

Ivy se ríe y me presta su perfume de melón.

—Toma, tengo otro igual. Puedes quedártelo. Y si quieres, puedes venir a mi casa; mis padres trabajan todo el día en la ciudad.

Guardo el perfume y le agradezco.

Cuando llegamos al instituto, Allison me muestra cada parte del edificio.

—Y esta es la enfermería, donde si te estás muriendo, te darán una tirita.

Asiento levemente, sintiendo que ella me mira de una manera inquietante, como esa vez en el bosque.

—Allison, ¿por qué me miras así?

Ella deja de sonreír; su mirada se vuelve fría y me asusta.

Se lanza hacia mí y me empuja hasta quedar pegada a la pared.

—¿Dónde está la pequeña figura, eh? La vi, ¿Dónde escondes la mariposa? —pregunta mientras busca en mi cuello, apartando mi cabello.

Intento apartarla de mí, pero me da un manotazo. Ella sigue buscando mientras maldice en voz baja.

Gus abre la puerta de la enfermería y se queda impactado al ver la escena.

Nosotras no sabemos qué hacer, y ella parece quedar en shock.

—De ti me lo esperaba, Sophie, pero ¿Allison? ¿Desde cuándo eres lesbiana?

Ivy aparece repentinamente.

—¿Te gustan las chicas, Allison? —dice la pelirroja.

Me sorprendo, al igual que todos los presentes en la habitación.

—¡Me cago en la leche, que no me gustan las mujeres! —exclama enfadada. Luego se aparta de mí y me señala—. Tiene la marca de la mariposa.

—Yo también la tengo —dice Gus, mostrando su brazo.

La rubia se asusta, pero el chico se ríe.

—A todos nos gusta dibujarnos símbolos. Está claro que la marca de Sophie es falsa —dice mientras se limpia la marca del insecto con saliva—. ¿Ves? No hay de qué temer; la leyenda es falsa.

El timbre suena y eso significa que hay que ir a clase de matemáticas.

Durante la aburrida clase de mates, un chico habla con Gus. Es alto, de pelo negro, ojos castaños y labios carnosos. De alguna manera, el uniforme que todos llevamos le queda bien, mientras que los demás parecemos bolsas de patatas a comparación de él.

Este chico está sentado delante de mí, y cuando se gira para verme, levanta su manga azul para enseñarme su brazo.

Una mariposa blanca.

Me da un escalofrío. Con mi mano tapo su marca y lo miro a los ojos.

—¿Qué quieres? —pregunto con curiosidad.

—Soy Axel, un gusto, Sophie. En la hora del descanso ven a la biblioteca —sonríe, mira mi clavícula y mi pequeña marca. Después, se gira.

Sentada en la última fila y con Allison en la tercera, ella ha estado observándome con esos ojos de búho todo el tiempo.