El cielo está más oscuro desde la última vez que lo pinté; mis pensamientos son una masacre de niebla que atormenta mis sueños.
Ivy me ha obligado a quedarme en su casa esta noche, aunque he tenido que tomarme alguna que otra pastilla para poder pegar ojo.
Después de tomar las pastillas, me deslizo en un sueño profundo.
Estoy el campo de trigo en el que solía pasear con mamá cuando era pequeña. Ella y yo caminamos.
—Mamá, ¿por qué la luna solo brilla de noche? —pregunto curiosa, mirándola.
—La luna no tiene luz propia, es como un gran espejo. Por el día, el sol brilla mucho y su luz llega hasta la luna; esta refleja su luz y por eso la vemos brillar en la noche. Así que siempre estamos viendo la luz del sol —su cabello rubio se mueve con el viento, y sus ojos verdosos se fijan en mi oscura mirada.
Aparto mi mirada de ella y me fijo en el parque en el que solía jugar con papá.
—¿Podemos ir a ver a papá?
A mi madre se le borra la sonrisa.
—Sophie, tengo poco tiempo para contarte esto —Mira con espanto a su alrededor y me muestra su meñique. Una mariposa roja dibujada a la que le salen pequeñas gotas negras hace que me den escalofríos.
El cielo se vuelve de color rojizo, mi madre vomita dolorosamente. En estado de shock, intento ayudarla pero esta vomita tinta, la piel de sus brazos se levanta llegando a enseñar sus huesos.
—Corre —dice lentamente, su voz se ve quebrada por el dolor.
Intento ayudarla, pero su cuerpo se retuerce de dolor. Su mirada pasa de ser encantadora a aterradora. El verde de sus ojos se convierte en negro y parece llorar tinta. Lo que antes eran gotas ahora son patrones que dibujan figuras extrañas en la tierra del campo. Los brazos de mi madre ahora están acompañados por unas grandes alas oscuras en la espalda.
—¿Qué está pasando? —grito, preocupada.
—No hay tiempo para explicaciones, Sophie. Durante tus sueños hemos vivido felices en el campo, pero es hora de afrontar la realidad —me acaricia con sus manos llenas de tinta—. Papá murió cuando naciste, justo por la misma marca que tú.
—¿Qué? No, mamá. Tengo fotos con él en mi móvil, hace poco me las hice —digo con lágrimas en los ojos.
—Sophie, ¿recuerdas lo que te dije aquel día antes de que te fueras a ese pueblo? —mi madre sonríe con una dulzura inquietante.
Asiento lentamente, con el corazón acelerado.
—Dijiste que tuviera cuidado con el conductor, porque ha habido casos de asesinatos en autobuses o algo así. No lo recuerdo con claridad, mamá.
Ella sacude la cabeza con tristeza.
—Te dije que te llevaría a ese pequeño pueblo para que pudieras olvidar la muerte de tu abuela, para que te independizaras y... —suspira profundamente, su mirada cargada de tristeza—. Para liberarte de las drogas, hija. Papá murió. Nunca lo conociste. Yo te drogaba cuando eras pequeña para que tuvieras una infancia feliz, pero lo descubriste con los años. Intenté ayudarte a salir de aquella adicción, pero fue imposible.
Intento encontrar palabras coherentes, pero no logro articular nada. Un nudo en el estómago aprieta mis entrañas, y la idea de que mi madre, a quien siempre consideré una figura protectora, me haya manipulado de esta manera me deja temblando. Trato de alejarme, pero mis piernas tiemblan incontrolablemente.
—Ven, cariño, dale un último abrazo a mamá —ella extiende los brazos hacia mí con una sonrisa que ahora parece grotesca.
Niego con la cabeza repetidamente, retrocediendo hasta caer al suelo. Ella me sigue, su apariencia se distorsiona de la dulzura familiar a una figura aterradora y extraña.
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EL ÚLTIMO EN SALIR.
Mystery / ThrillerEn un pequeño pueblo rodeado de árboles, Sophie, una chica reservada y solitaria, llega para empezar de nuevo. Pronto se entera de las historias terroríficas del lugar. Un grupo de adolescentes, movidos por lástima, la invita a unirse a ellos. Decid...