𝟵.

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Estoy acurrucada en los brazos de Axel, muerta de miedo. Le miro fijamente; en su rostro se refleja una expresión de impotencia.

—Sé que estáis aquí chicos, salid ya o esto irá a peor —dice una voz grave tras la puerta del baño.

—Esta gente no nos va a dejar tranquilos nunca... —Axel bufa, y después se pone en pie.

Me toma la barbilla con delicadeza y sonríe.

—¿Estás mejor? —pregunta.

—Sí, estoy perfectamente. Acabamos de huir de un coche patrulla por ser acusados de secuestro, tú has matado a un policía y yo he apuñalado a otro. Y, para rematar, mi novio —o lo que seas— me ha dado pastillas para drogarme porque estaba entrando en pánico. Ah, y no lo olvides, tenemos a otro puto policía detrás de está puerta. ¿Y me preguntas si estoy bien? Pues claro que estoy bien, estoy mejor que nunca —hablo en un susurro cargado de rabia e ironía.

—Sophie, baja la maldita voz —murmura, agachándose con el rostro tenso de rabia contenida —. Voy a salir ahí fuera, voy a hablar con él, y se va a solucionar todo, ¿bien?

Se endereza para irse, pero le agarro de la parte baja del pantalón, deteniéndolo.

—No mates a nadie, ¿vale? —susurro, con las mejillas encendidas de enfado y las lágrimas amenazando con brotar.

Él me da un beso rápido, sus labios firmes sobre los míos, y antes de salir dice:

—No prometo nada, princesa.

Vuelvo a estar sola, encerrada en el baño, pero esta vez no estoy vomitando.

Escucho la breve conversación entre él y el policía, hasta que un gran golpe retumba en la casa. Abro un poco la puerta, aún agachada, y, a través del cristal de enfrente, puedo ver lo que ocurre.

Axel y el agente de piel morena están enfrascados en una pelea intensa: puñetazos, patadas y... ¿mi navaja? ¿Por qué esa maldita cosa aparece siempre en el bolsillo de alguien?

El agente, al ver la amenaza de la arma blanca, saca su walkie-talkie.

—Va armado con una navaja rosa de leopardo, no sé qué más armas tendrá. Parece que está solo, no hay rastro de la chica.

Axel se lanza hacia él con intención de acuchillarlo, pero el guardia le da un puñetazo en el estómago que lo deja en el suelo, casi inconsciente.

No puedo moverme; mis piernas están dormidas, y el mareo me nubla la vista. Vuelvo a sentir náuseas y cierro la puerta lentamente antes de vomitar otra vez, rezando para que no se escuche.

Un disparo hace que mi cuerpo tiemble. Pálida del miedo y debilitada, me pongo de pie y consigo abrir la puerta. Veo al agente, tendido en el suelo y sangrando, y a Axel frente a él, sonriendo con una pistola en la mano.

Corro, agarro el walkie-talkie del suelo y me encierro en el baño, echando el pestillo.

—¿Hola? Estoy en Springdale, Canadá. Por favor, manden ayuda. Han matado a policías. No puedo más, por favor. Creo que el chico me quiere matar. Ayúdenme, por favor —ruego en voz baja, temblando mientras las lágrimas caen sin control.

Axel llama a la puerta.

—Sophie, ¿estás bien? ¿Qué has cogido? Si estás vomitando puedo ayudarte...

El walkie-talkie interrumpe la conversación.

—Gracias por la ayuda. La patrulla está en camino; usted estará bien. ¿Puede decirme su nombre y su ubicación exacta? —la voz de la mujer tras la línea suena alta y clara, y Axel la escucha.

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⏰ Last updated: Nov 07, 2024 ⏰

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