𝟣𝟤. 𝒰𝓃𝒶 𝒽𝒾𝓈𝓉𝑜𝓇𝒾𝒶 𝒹𝑒 𝓈𝒶𝓅𝑜𝓈 𝓅𝓉. 𝟦 | 𝓎𝓈𝓎𝓃𝑒𝑜

66 7 0
                                    

La guarida de Taichu era la típica guarida de una bruja, además de la serpiente que tenía por mascota —o por hija, como ella misma nombró—, pues estaba llena de luces bajas y frascos con pociones, ojos y líquidos raros. Marcos caminaba detrás de ellos, mientras Ysy y Neo daban saltitos para avanzar, a la par que Trueno volaba al lado de la mujer. 

—¿Cómo está tu abuela, Mateo?

—Está muy bien, gracias. —Dijo, al tiempo que tomaba asiento, con la serpiente e sus hombros, que los miraba como si fueran bichos raros.

La mujer se sentó, aun acariciando a la serpiente, para luego buscar un dulce. —¿No quieren un dulce?

—No, gracias... 

—Um, lástima, estos convierten sapos en humanos —dijo, mientras se lo metía en la boca, para después reír ante la cara de espanto de Neo. —Es broma, así no funciona... 

—¿Quién te dijo que nuestro deseo es que nos conviertas? —preguntó Neo, sonriendo, pero nervioso, sin darse cuenta de que la mujer se había quedado dormida, quien se despertó, sobresaltada, pues su guiso en el fuego se estaba tirando. La pareja de sapos se miró el uno al otro y saltaron, siguiéndola. 

—¿Por qué tengo que hacer yo todo aquí? —la escucharon susurrar. Le revolvió a la comida y tomó un poco con el dedo, llevándola brusca e inesperadamente a la boca de Neo, quien la probó. —¿Y bien?

—Ponele dos pizcas de salsa picante y quedará piola —dijo, feliz de volverse a sentir como un chef, al menos durante un rato. Taichu obedeció y le puso la salsa, para luego probar su guiso y saltar de alegría, antes de que Neo volviera a hablar: —¿Entonces cómo...? 

—Ustedes ya saben qué necesitan.

—Lo que vos dijiste, ser humanos de...

—Ay, dios mío, ¿para qué tienen cerebro si no lo usan? —preguntó la mujer, frunciendo el ceño y poniendo sus brazos en sus caderas. —Quieren volver a ser humanos, pero no saben lo qué necesitan...

—Querer y necesitar son la misma cosa, ¿no? —preguntó, sólo para recibir un bastonazo en la cabeza.

—Es tu deber, trabajá duro —decía, medio cantando, haciendo bailar a todos los presentes. El mismo Ysy se encontraba bailando cuando ella se acercó a él. —El príncipe siempre fue un ricachón y más rico quiere ser, pero no parece feliz porque nunca lo fue. Plata sin alma ni corazón no es una necesidad. Volvé hoy a comenzar, trabajá duro —le señaló a Neo, quien bailaba alegremente con Trueno. Se quedó embobado, mirando lo feliz que lucía el chico, sintiendo un deseo inexplicable de querer que fuera así de feliz siempre. —El amor quizá te golpeará... —Luego se acercó a Neo. —Sapito, ¿puedo hablarte? 

—Um, sí, por supuesto...

—Sos testarudo, eso es lo que dicen —tomó a Neo entre sus brazos, acercándolo a la olla con el guiso, donde se empezaron a mostrar imágenes. —Tu padre fue tu adoración, tu gran luz —la cara de Neo revelaba la tristeza que persistía en él a pesar de los años pasados desde la pérdida. —Su amado hijo siempre tuvo aquí lo que tuvo él —señaló el pecho del sapo. —Al profundizar, tendrán lo que quieren.

Ysy seguía sin poder despegar la vista del otro chico, sintiendo una extraña sensación de paz y regocijo que nunca antes había experimentado.

—¿Ya entediste, niño?

—Sí, ya entendí que debo esforzarme aún más si quiero tener mi restaurante. 

—No, mocoso —dijo ella, con enojo. —Bueno, si quieren convertirse en humanos, sólo hay una cosa que pueden hacer... —se acercó a su caldero, lleno de guiso—. Mostrame dónde hay una princesa... 

𝒇𝒍𝒐𝒓𝒊𝒅𝒂!!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora