Capitulo 3

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Ryan

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Ryan.

Camino rápidamente por los pasillos sin mirar atrás porque sé que si volteo, no querré irme, pero tengo que hacerlo.

Esa llamada me arruinó el momento, era ella.

Ella es Mackenzie, mi novia, nos conocimos en la iglesia cuando teníamos 6 años, ella estaba sentada en una banca sola, tenía una muñeca en sus pequeñas manos y le arreglaba sus dorados cabellos.

Recuerdo que al verla solo pude pensar en lo linda y frágil que se veía. Era muy pequeña, sus rizos castaños caían por sus hombros y tenía un vestido rojo con lunares negros, parecía una muñeca y de forma involuntaria mi cuerpo se acercó a ella, y me senté a su lado.

Ella se sobresaltó y se alejó rápidamente haciendo caer una rosa que tenía en su regazo. Me levanté a tomarla y se la devolví con una sonrisa.

"No debes tener miedo, estoy aquí, me llamo Ryan."

Quien diría que esas palabras serian el inicio de todo este desastre.

Ella me miró por primera vez y esos ojos rasgados de color marrón me observaron con dulzura y curiosidad.

"Hola... yo me llamo Mackenzie."

Y me sonrió, eso fue suficiente para que mi inocente corazón se desbocara por ella en ese momento.

Recordar aquellos tiempos me sacaba una sonrisa, pero volver a mi realidad actual la borraba totalmente. Recordaba que la dulce niña que conocí ya no existe, esos ojos brillantes, sonrisa inocente se esfumaron dando lugar a...

–¿Piensas quedarte ahí todo el día? Sube.

Esto.

Me subo a la motocicleta sin ganas de discutir, ella me mira duramente y yo suspiro. Mi padre lo nota todo por el retrovisor pero no dice nada, solo arranca sin esperar un segundo más.

Dejo que el aire me golpee libremente mientras respiro tomando fuerza para lo que vendrá.

El día que le pedí ser mi novia, esperaba una relación hermosa como lo era nuestra amistad, y eso duró dos años exactamente, fueron los mejores años de mi vida, sentía que podría con todo si la tenía a ella de mi lado. Aunque todo cambió un día, quizás fue la adrenalina, la emoción, el amor, pero eso nos llevó a entregarnos mutuamente una noche. No queríamos compartir nuestra vida al lado de alguien más, habíamos decidido estar juntos siempre, el momento se dio y solo pasó, desde ese día todo cambió y se vino abajo el castillo que habíamos construido.

Esa noche ambos nos prometimos amor, lealtad, sinceridad... Y todo había muerto al despertar.

Llegamos a mi casa y todos nos bajamos, me dispongo a caminar a mi habitación, dejo el teléfono en el escritorio mientras ingreso al baño para tomar una ducha, permitiéndole a mi cuerpo relajarse y pensar en aquella pelinegra que no sale de mis pensamientos, hay algo en ella que me hacer querer acercarme, debo estar loco.

Encuentrame en las Estrellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora