Capítulo 3

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A mi mejor amigo.

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CAPÍTULO TRES
"Olvídala"

BELÉN

—Aquí es. El campamento La primera ciudad.

—¿Campamento?

Parecía un lugar fresco, demasiado tropical, cerca de un lago cristalino. El olor arenoso llegó a mis fosas, y aunque fue agradable al principio, comenzó a sentirse húmedo y asqueroso.

¿Era una broma?

El hombre se detuvo justo enfrente de un campamento. ¿Por qué tenía un nombre tan ridículo como ese?

—Puedes bajar —insistió.

El pasto me llegaba a la pantorrilla, y nuevamente, no me daba buena espina.

Al parecer lo nuevo me traía desconfianza.

—Fue un gusto conocerte, Belén —dijo después de desatar la soga de mi auto. Después arrancó, y en dos segundos se esfumó en el camino.

<<Genial>>, pensé. No sabía si prefería estar varada en medio de la nada, o varada en un campamento para niños mimados.

Pronto un hombre de uniforme blanco se acercó a mí.

—¡Cuidado con el pasto! —gritó, y parecía haber visto un fantasma cuando notó que mi auto estaba sobre la hierba—. ¡Saca ese carro de ahí!

—No puedo, lo lamento —me disculpé—. Está averiado.

El hombre suspiró y se pasó las manos por el cabello.

—Bueno, ya ni modo. Mi nombre es Oscar, parte del campamento "La Primera Ciudad". Vienes a completar la ficha, ¿verdad?

—¿Esto cuesta?

Oscar sacudió la cabeza.

—Gratis hasta el último centavo. Solo hay diez lugares para conseguir, y eres la última.

¿Un lugar para comer y dormir gratis? Yo me apunto.

Después de bajar mi maleta, Oscar me guio para rellenar los datos de una sola hoja. Me pedían varias cosas, y como no sabía la mayoría, inventé algunas. Por suerte no lo notó y me dejó pasar.

Había un campo de pasto extenso, y tenía caminos de piedra para evitar pisar la hierba cuidada. Una alberca me presumió sus aguas cristalinas, detrás de una pared de bambú frente al recibidor. Oscar me explicó que eran tres cabañas de mujeres y tres de hombres, cada una con sus respectivos baños. Indicó que mi cabaña era la número tres: la más cercana a la playa.

Me acerqué a la cabaña, que parecía ser más bien una casita pequeña; lo único que la hacía ver tropical eran los techos de palma. Toqué la puerta tres veces, y al no obtener respuesta, la abrí. Había filas de literas en cada pared, y todas estaban llenas de chicas hablando muy animadamente. No supe cómo logré llegar hasta el fondo, en la única cama que estaba libre. Debajo de ella, una chica con frenillos se limaba las uñas.

—¡Hola! —gritó y extendió la mano—. Soy Paty.

Sorbió saliva y esperó, con sus grandes ojos fijos en mí, a que estrechara su mano. Así que lo hice.

—Belén.

Somos compañeras de cama —puntualizó, aún en voz alta—. Yo duermo abajo, porque sudo mucho en las noches, y la última vez le escurrió a alguien. No te importa, ¿no?

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⏰ Última actualización: Jul 24 ⏰

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