Capítulo 43: "Umbrías"

3 0 0
                                    


En el umbral de la puerta, Paul se mantenía con una sonrisa triunfante, desprendiendo la estaca de su cuerpo con una facilidad que desmentía la gravedad de la herida y la arrojó a un lado con desdén. Sus amigos, presas del pánico, habían buscado refugio del ataque de los Umbrías, dejando a Emily y a Evan solos enfrentando la amenaza. Evan, con un gesto protector, se adelantó para cubrir a Emily con su cuerpo.

—¡Deténganse! —gritó Evan. Sorprendentemente, los Umbrías obedecieron de inmediato, frenando su avance tan pronto como Paul emitió la orden, aunque algunos se mantuvieron al acecho cerca de la puerta del despacho de Henry.

Paul entonces se dirigió a Emily con una mezcla de admiración y reproche:

—De verdad que eres una chica muy astuta y estúpida. Ni siquiera caíste en mi trampa, pero claro que tenía que cubrir todas las posibilidades. Tuve que venir hasta aquí por ti porque eres el último ingrediente que me falta.

—¿Paul? —Emily apenas podía creer lo que veía y oía, su voz teñida de horror—. Pero... ¿quién eres tú? ¿Qué hiciste con Paul?

—Paul no existe —respondió él, su risa llenando la habitación con un eco siniestro—. Fue un personaje que inventé. Tal vez no te acuerdes de mí, pero mi nombre es Michael.

Las lágrimas comenzaron a acumularse en los ojos de Emily, quemándola por dentro con una mezcla de dolor e ira.

—Entonces, ¡tú fuiste quien mató a Valery! ¡Tú hiciste que la convirtieran para que viniera por mí, maldito hijo de puta! —las palabras salían entrecortadas por los sollozos que no podía contener—. ¡Tú eres el maldito culpable de todo, tú la mataste! ¡Tú hiciste todo esto solo para atraparme!

La desesperación la llevó a un gesto extremo, extendiendo su brazo hacia él, las venas de sus muñecas al descubierto en un desafío temerario.

—¿Quieres mi sangre? ¡Tómala! —gritó, la voz quebrada por la emoción.

Paul, sin embargo, no se movió para aceptar su oferta. En su lugar, su sonrisa se ensanchó, revelando la profundidad de su manipulación y el placer que derivaba de su tormento.

—¡TÓMALA, PEDAZO DE MIERDA! —exclamó Emily, su voz cargada de un rencor y una desesperación que resonaban en el silencio tenso que seguía a su desafío.

En un giro teatral, Paul reveló su verdadera forma ante una Emily paralizada por el miedo. Mientras aplaudía sarcásticamente, su rostro se deformaba con un desprecio visible. Un tic nervioso distorsionaba su expresión, sus ojos se tornaron completamente blancos y su cabello oscureció en tono mientras crecía en estatura y su rostro se transformaba radicalmente. La cicatriz entre sus cejas era inconfundible; Emily la reconoció al instante, y un escalofrío recorrió su espina dorsal.

La tensión se apoderó de Emily, inmovilizándola contra el frío suelo. Su cuerpo temblaba incontrolablemente como si estuviera hecha de gelatina. El terror dominaba cada fibra de su ser, su corazón golpeaba con fuerza, resonando dolorosamente en su pecho. Quería gritar, pero un nudo en su garganta estrangulaba cada intento de vocalización. Náuseas la invadían, amenazando con superarla en cualquier momento.

Su realidad se desmoronaba. La revelación de que Paul nunca había existido, que todo había sido una farsa, sacudía su entendimiento del mundo. Sus ojos, ahora de un ámbar intenso, reflejaban el peligro inminente, un recordatorio de la amenaza que los rodeaba.

De repente, unos brazos la envolvieron, sacándola de su estado catatónico. Era Evan, cuya voz ronca perforaba el aire con urgencia.

—Emily, ¡despierta! ¡Tenemos que irnos! ¡EMILY!

Cenizas del AyerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora