Capítulo 17: "Cazador"

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Emily sintió un escalofrío que le recorrió la espalda al encontrarse de frente con la aparición. El fantasma, con su mirada vacía y perdida, portaba un vestido de época, adornado con corsé y faldas voluminosas que ocultaban sus pies, mientras mechones de su cabello ondulado caían graciosamente, decorados con algas que colgaban como adornos navideños. A pesar del encuentro sobrenatural, Emily no sentía miedo, solo una curiosidad abrumadora.

Se encontraba en un pequeño pueblo antiguo, un lugar que no reconocía pero que, tras examinar las calles y caminar por sus alrededores, comprendió que aún estaba en Pretty Waterhouse. Delante de ella, un grupo de aldeanos formaba un círculo tumultuoso, gritando y reclamando en un fervor casi primitivo.

Al girarse para buscar a la mujer fantasma que la había estado siguiendo, Emily se encontró con que había desaparecido. Su búsqueda terminó frente a un espejo, donde se vio a sí misma reflejada con el mismo atuendo de la aparición. En un instante, ella se había convertido en la mujer del vestido antiguo.

Emily siempre había apreciado los dormitorios del instituto por su independencia, pero nada se comparaba al confort de su hogar, especialmente su cama grande y las atenciones que recibía cada vez que regresaba. Aquel sábado por la mañana, el constante tocar a su puerta la sacó de un sueño profundo. Murmurando de irritación, llamó con voz ronca:

—¡Marie, adelante!

Pero el insistente golpeteo continuó. Con un gruñido, se desenredó de las sábanas y caminó pesadamente hacia la puerta. Al abrirla, estaba lista para reprender al perturbador, pero las palabras se disolvieron en su garganta al ver quién estaba del otro lado.

El reconocimiento fue instantáneo, y un torrente de lágrimas inundó sus ojos al encontrarse con su primo Ian, quien no había cambiado en esencia, pero sí en apariencia. Era notablemente más alto, con sus característicos ojos azules brillando con el mismo vigor de siempre, y su cabello rubio, ahora más largo y despeinado, le caía sobre la frente.

—¡IAN! —gritó Emily, lanzándose a sus brazos con un abrazo que rebosaba años de añoranza—. ¡No puedo creer que estés aquí! ¿Cómo... cómo es posible?

Ian la abrazó con fuerza, y Emily sintió la familiar calidez de su presencia, un remanente de su infancia cuando él había sido más un hermano protector que un primo. La risa de Ian vibró a través de su abrazo, llenando el espacio con una alegría que hacía mucho no sentía.

—Te prometí que volvería —dijo Ian, sujetando suavemente el rostro de Emily entre sus manos, buscando sus ojos con una mirada cálida y reconfortante. Emily, aún abrumada por la emoción, negaba con la cabeza, aferrándose a él como si temiera que desapareciera de nuevo.

—Pero nunca dijiste cuándo regresarías —replicó ella entre sollozos, su voz temblorosa revelando el cúmulo de emociones que había estado guardando.

—Quería sorprenderte —respondió él con una sonrisa comprensiva, secándole las lágrimas con el pulgar, mientras con la otra mano se limpiaba las suyas. Se inclinó para juntar sus frentes en un gesto de complicidad y cariño. Ambos se rieron suavemente, un sonido que resonó con la profunda conexión y el absurdo de la situación.

—Te he extrañado más de lo que las palabras pueden expresar, Em —confesó Ian, su voz cargada de sinceridad y un leve temblor emocional.

En ese momento, el mundo exterior parecía haberse desvanecido, dejándolos a ambos en un reencuentro tan esperado como necesario, un lazo familiar que el tiempo y la distancia habían intentado, sin éxito, desgastar.

Sentados en el viejo columpio del patio trasero de la casa, Emily balanceaba sus pies mientras observaba a su primo. La nostalgia de los días compartidos durante la infancia inundaba el aire fresco del jardín. Ian, de pie frente a ella, se balanceaba suavemente de lado a lado, con una expresión pensativa en su rostro.

Cenizas del AyerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora