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Empecé a juguetear con mis dedos.

-¿Nunca te han dicho que tienes una mirada muy penetrante?, me da la sensación que lees mis pensamientos.

Me miró con una medio sonrisa mientras me decía;

-Uy si, mis ojos son muy populares entre las chicas de San Sebastián.

Lo dijo con una cara tan seria que al cabo de unos momentos, cuando asimilé lo que me acababa de decir, solté una carcajada histérica que me habría hecho pasar mucha vergüenza de no ser por que él se unió a ella.

Me había hecho reír, un punto a su favor.

Nos reímos durante algunos minutos y cuando por fin conseguimos calmarnos, ambos nos quedamos en silencio contemplando la luna.

Nunca me habían gustado los silencios. Siempre que me sumergía en uno de esos silencios incómodos con alguien, me daba la sensación de que el problema era yo y estaba aburriendo a la otra persona, entonces buscaba cualquier excusa para irme lo antes posible.

Pero aquello era diferente, no era incómodo, si no más bien era un momento de reflexión para los dos, que era la razón por la que ambos habíamos acudido a aquel mirador.

Entonces rompí el silencio.

-Me marché tras la muerte de mí madre.

Me miró con los ojos entrecerrados hasta que entendió de lo que hablaba. Entonces abrió los ojos como platos.

-Dios yo.. lo siento muchísimo.-Me miraba con un gesto de angustia que parecía sincero.

Asentí mientras apartaba la mirada. Continúe hablando.

-De la noche a la mañana comenzó a perder peso, ya no tenía ganas de hacer nada,ni siquiera cocinar.- Sonreí sin ganas al recordar aquello. Era un malestar constante.

Levanté la mirada hacía él, que me miraba con atención. Pero rápidamente la desvié para continuar.

- Fuimos a hacerle algunas pruebas al hospital, y al cabo de una semana nos dieron los resultados... Era cancer de páncreas.

Cerré los ojos durante algunos segundos pero me obligué a continuar.

-El médico le dio 2 meses, lo habían detectado muy tarde y...- Mi voz empezó a entrecortarse.
-Le habían hecho muchísimas sesiones de quimioterapia y mil pruebas que la debilitaban todavía mas, pero nada daba resultado.
Y en un mes y medio, ya se había marchado.

Una primera lágrima comenzó a descender mi mejilla mientras soltaba un sollozo

-todo pasó tan rápido.. siempre habíamos sido ella y yo, no tenía a nadie mas. Dije aquello último a trompicones debido a los sollozos que no me permitían hablar.

Entonces algo ocurrió.

Posó su mano en mi mejilla mientras levantaba suavemente mi cabeza.

-Lo siento muchísimo.-dijo mientras limpiaba las lágrimas que recorrían mis mejillas.

Mi cara se encontraba a pocos centímetros de la suya y podía notar su respiración.

En ese momento noté como algo me atraía hacía delante.

Me estaba abrazando.

Sorprendida pero agradecida, apoyé mi cabeza en su pecho y me dejé llevar.

Comenzó a acariciar mi espalda mientras yo le dejaba la camiseta perdida de una mezcla de mocos y lágrimas.

- Dios lo siento muchísimo.-Dije avergonzada mientras seguía contra su pecho.- Te estoy llenando la camiseta de mocos.

Soltó una risita adorable.

-No te preocupes, desahógate.

Llorar delante de alguien me habría resultado muy vergonzoso en cualquier situación normal, pero me habían pasado tantas cosas extrañas esa noche, que me importaba un comino.

Cuando conseguí calmarme, me separé de él  y me limpié los mocos con la manga de mi sudadera.

Prefería parecer una guarra a que me viera con la cara llena de mocos.

Decidí continuar con mi relato.

El día que murió.- Comencé a decir mientras me reincorporaba.- Decidí dejarlo todo y marcharme lejos. Todo lo que tenía que ver con esta ciudad me recordaba a ella, y me daba pánico abrir la puerta de mi casa y que ella no estuviera dentro.
Así que me compré un vuelo hacía la primera ciudad que encontré y me monté en un avión con destino a Londres con la maleta que me había llevado al hospital y sin billete de vuelta. Lo dejé absolutamente todo y ni siquiera tenía planeado hacer cuando llegara a Londres...

-Hay que ser muy valiente para hacer lo que hiciste.- Comentó.

-Puede ser.- Contesté.- Pero yo solo estaba huyendo.

Proseguí hablando.

-Por muy difícil que parezca, conseguí rehacer mi vida. Conseguí trabajo, hice amigos.. incluso me atreví a retomar mis estudios. Pero tarde o temprano iba a tener que volver. Y ahora aquí estoy,en un mirador perdido contándole mis problemas a un desconocido porque ni siquiera he sido capaz de abrir la puerta de mi casa.

Me volvió a mirar con esa mirada tan intensa. Y pude notar lástima en ella.Entonces comenzó a hablar.

-Oye no tengo ni la menor idea de por lo que has tenido que pasar y de lo mucho que has sufrido, pero creo que la única forma que tienes para superarlo es enfrentándote a ello.

-lo se, pero es tan difícil..-dije con cansancio.

-Yo confío en ti.

Me dedicó una sonrisa sincera justó cuando algo empezó a sonar.

Era su móvil, alguien lo estaba llamando.

-Lo siento, tengo qué contestar. Dijo con un tono de disculpa.

-Claro.-respondí con una sonrisa.

Entonces sacó el movil del bolsillo y comenzó a hablar mientras se levantaba.

No quería parecer una entrometida, así que me giré y continúe mirando el mar.

Al pasar unos minutos volvió a mi lado y comenzó a hablar.

-Tengo que irme.

Se acariciaba la nuca y parecía nervioso.

me preguntaba cuál era la razón de esa llamada. Pero preferí no preguntarle nada y opté por responder lo siguiente.

-A sido un placer,espero qué volvamos a coincidir y que me cuentes tus traumas y desdichas mientras te suenas los mocos en mi sudadera.

Me sonrió y yo le sonreí de vuelta. Y así nos quedamos mirándonos en una especie de bucle hasta que pareció volver a la realidad.

-Bueno tengo que irme ya...

-Si.-Respondí.

-Hasta siempre desconocida.

-Hasta siempre desconocido.

Se dio la vuelta y empezó a alejarse.

Contemple atenta su espalda mientras se marchaba.

Él nunca lo sabría, Pero aquella noche había conseguido que mi vida volviera a tener sentido.

ᴛᴜ, ʏᴏ ʏ ʟᴀ ʟᴜɴᴀ; Robin Le NormandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora