III

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—¿Sabe si ha habido algún indicio...? Lo más probable es que se trate de...

—¡No lo diga, doctor! —escucho la voz de mi madre, medio agonizante, lo sé, porque está muriendo de manera emocional y su alma no podrá soportarlo solo por el tono de sus palabras—. Sé lo que pensaba hacer... ¡es toda mi culpa! —llora, es ahora que quiero abrir los ojos lo más pronto posible, aunque tampoco estoy seguro de poder consolar a mi madre en mi estado.

Me centro en inhalar, retener y exhalar, preparándome para lo que está por venir. Mis ojos se abren, pero no de golpe, voy pestañeando y mis párpados están tan juntos que por poco se vuelven a cerrar. Noto dos figuras, una es femenina —mi madre, claro está—, y la otra es más robusta, así que llego a la conclusión de que es el médico, o cualquier otra persona, no espero a que mi padre sea el que acompañe a mi madre, tampoco que venga a ver cómmo está el único hijo que le queda. Y es algo a lo que ya me acostumbré, de tanto sentir cansancio tras esforzarme por captar su atención, intentar ayudar en casa, ser servicial, y todo lo que te enseñan para generar un buen ambiente familiar, todo eso se iba a la basura con alguien como él.

Así que sí, Chris no está aquí, eso lo puedo asegurar aún con los cinco sentidos alterados.

—¡Tyler! —escucho a mi madre acercarse a mí, el tono roto y agrietado de su voz delata las horas que se ha quedado despierta, por mí, esperando a que recuperara la consciencia.

Al inicio no digo nada, siento una mezcla bizarra de emociones, mi cabeza es un tren que transporta sentimientos de ira hacia mí mismo, tristeza, melancolía, nervios y sobre todo, vergüenza, esta última por decepcionar aún más a la persona que me dio la vida, porque soy su última esperanza. Si el tren parte en mi cabeza, la estación central es mi corazón, con sus pasajeros pasando por los rieles, que son mi venas y arterias, donde siento la rabia acumularse y encargarse hacer mi piel arder. Me estoy incendiando y nadie es capaz de notarlo, digo querer seguir adelante y a su vez, anhelo de ganas de no volver a saber de este mundo.

—Lo... siento —musito, hay charcos formándose en mis ojos, que imagino lo rojos que se han de poner después de que salgan las primeras lágrimas.

Ella niega y enseguida se acerca a besarme la frente, me abraza tanto que llega a impedir mi respiración, pero no me quejo, en estos momentos no me parece incómodo y siendo honesto, es lo que más necesito. Su piel está fría, lo que me da más información de lo mal que se la ha estado pasando. El ambiente en el hospital es frío, caigo en cuenta de que estoy en una camilla, conectado a varios tubos de qué-sabré-yo. A un lado hay una modesta mesa de noche en donde reposan medicamentos, supongo que son sedantes o, la verdad, no tengo idea. El techo, las paredes, el piso, todo es de color blanco y en parte, me aterra.

—No, Tyler —me calla, acariciando mi mejilla, esto es reconfortante—. Fui yo al no tomarte atención, Dios, me asusté tanto —y aquí viene de nuevo, con su río infinito de lágrimas y los ojos del tono de la sangre, al igual que el resto de su cara, pálida.

Tengo un dolor ligero en el cuello, imagino que es por la mala posición en la que he estado, luego recuerdo aquel extraño sueño con Crow y Jazz —es interesante que aún recuerde sus nombres—, algo que mi cabeza se inventó solo para hacerme ilusiones. Aunque, de hecho, más que un sueño, parecía una pesadilla. Vuelvo a la realidad al escuchar que el doctor se acerca a mí y me saluda, mi madre vuelve a su posición inicial pero sin soltarme la mano, yo la agarro aún más fuerte, pero sin lastimarla. Quiero sentir a mi madre y darle un poco de calidad, aunque ésta ya se haya extinto en mí, no tiene porqué saberlo.

—Joven Joseph —habla el médico, su voz es áspera pero emplea un tono neutro—. Qué bien que despierta —diría algo como "yo no pienso lo mismo", pero esta vez voy a concordar con él. después de ese sueño extraño, yo también me alegro de que haya terminado—. Desearía ponerle al tanto de lo ocurrido...

Slowtown | JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora