XIII

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     Capítulo dos: la advertencia.

Tan confundido que la banda sonora dentro de mi cabeza no sabía qué reproducir en ese entonces. ¿Les ha pasado, que pese a no tener audífonos siempre tienen la canción adecuada para cada momento? Pues bien, mi sistema de sonidos falló y se debatía entre colocar algo tranquilo y relajado, o el absurdo ruido de una explosión nuclear. Pero bien, ya gasté todo mi tiempo en darle vueltas a las cosas de las que soy ignorante, comenzaré a hablar de lo que sé: tengo a mi posible alucinación frente a mí, mismas características irritantes y atractivas a la vez, pero con un aurea que desencaja, quiero decir, este no es el Crow que conozco, ¿lo es?

No sabía decir si mis pupilas se habían dilatado, o por el contrario, si se contraían tanto hasta el punto de desaparecer. El miedo y la curiosidad invadieron mi torrente sanguíneo y aceleraron en mi marcapasos mental, ahora solo me estaba gritando: ¡despierta! Me dijé a los lados para descartar cualquier indicio de un sueño, cosas irreales o que estuvieran fuera de contexto y todo lo que pude rescatar fueron cosas tan banales como insignificantes: adolescentes con las hormonas a tope haciendo alboroto, los profesores conversando entre sí, el puesto de comida con una fila ridículamente larga. Todo estaba en su lugar: no hay cielo rosa o arena que se comporta como el agua, esto es la vida real. Lo vuelvo a confirmar al voltear y notar que no tengo la cola rosa.

Entonces salgo de trance, más por decisión que por instinto y estoy satisfecho con eso. Camino y hago el intento de no ser tan torpe, al menos, de no hacerlo notar. Crow lleva una vestimenta que no lo representa, es diferente a lo que mi cabeza ha llegado a recordar, mientras en el mundo de mis sueños se muestra con ropa colorida, ahora lleva puesta una chaqueta militar, una gorra y pantalones sueltos. Podría demorarme haciendo metáforas y creando analogías pero no vienen al caso, Mientras mis pies me llevan al objetivo, no puedo evitar notar a la gente a su alrededor. Y esa es mi maldición, la de ser tímido y asocial pero nunca discreto, porque me he detenido a observarlos, casi juzgándolos por cada aspecto que tienen en sus rostros, su comportamiento, que aunque no me diga mucho es suficiente para hacerme saber que su grupo no es de populares, aunque tampoco son nerds.

Veo que se tratan de los famosos "rebeldes" que se han popularizado en los últimos tiempos por querer desafiar las reglas escolares, aunque a diferencia de los populares, éstos lo hacen a fin de romper con el sistema. La verdad pienso que da igual cuál sea el motivo o la razón por la cual la gente actúa, por más justificación, la acción sigue siendo la misma. Uno lleva una bandana en la cabeza y tiene el cabello ondulado, largo, de hecho la mayoría lo tiene; otro se mantiene bajo el anonimato al usar gafas de sol por más que no sea necesario, con casaca de cuero o imitación. Dan esa pinta de ser estudiantes recién ingresados en la universidad, no solo por cómo visten o actúan, sino por su aspecto físico, se ven bastante mayores —y sí, estoy incluyendo a Crow—.

—Un momento, muchachos —avisa con una sonrisa risueña, para luego dirigir una mirada que me cala hasta el alma.

Sí hay algo en común que une al Crow de mis sueños y al de la vida real: su actitud detestable y dicho de una manera bizarra, seductora. No hay que malinterpretar, sigo sin entender muchas cosas, pero a este punto solo me dejo llevar por lo que mis ojos captan, decidí apagar mi cerebro y dejar que mis instintos me liberen de las celdas de mis ideologías. Es un nuevo experimento, solo espero que no termine en desastre.

Me acerco de a pocos, Crow se levanta de su asiento y puedo ver cómo su grupo lo interroga con la mirada, luego captan su atención en mí. Está pasando eso que tanto odio, una sensación de asco recorre mi espina dorsal. Uno. Dos. Tres pasos y siento cómo el aire me abandona. Cuatro. Cinco. La cara arrugada de Crow es más fría que el metal en invierno. Seis. Siete. Ocho. Mi cerebro olvida cómo procesar información. Nueve. Diez. Once. Y ya está frente a mí, ahora tengo miedo, no tanto por él, sino porque ahora me quedo callado y pese a tener un remolino de palabras para soltar, apenas logro ponerme en pie.

Slowtown | JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora