La tribu. Parte 1

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Adán llevaba un mes en el infierno, un mes con una búsqueda, hasta ahora, infructífera de dar con las almas de sus chicas. No había podido recorrer demasiado tramo por el momento, el círculo de la soberbia era un bastión enorme, pero se encontraba en proceso de ir a otros barrios para ver si su tercer ojo le ayudaba a localizarlas. También trato de ver si alguien más podía ayudarlo. A la mitad del mes, quiso probar suerte a ver si le daban chance de ir a la embajada, pero al parecer, para poder ingresar desde el infierno a donde estaba dicho edificio, necesitaba de recibir una consigna de un alto oficial del cielo, y todo estaba cerrado. Seguro que ni los reyes de los círculos tenían acceso a nada, menos el.

Por otro lado, acostumbrarse a las cosas ahí había sido fácil y difícil a la vez.

Lo fácil; su mal llamado trabajo. Levantar ese bar de mierda no había sido tan extenuante como pensó al principio. De hecho, con sólo mantenerlo limpio comenzó a hacerlos ganar un poco más de plata.

Pero es que Scrofa era un tipo demasiado abusivo y avaro con lo que se obtenía, apenas pagaba a sus esclavos/empleados y apenas le daba mantenimiento al sitio. Cómo empezó a llegar más clientela, había más dinero en propinas, propinas que Scrofa no podía quitarles por parte de algo escrito en su contrato. La nueva cantidad de plata estaba siendo aprovechada, y con eso al menos re-pintaron y arreglaron el mugre letrero. Ahora si se podía leer bien el nombre de la Mosca VIP.

Otra cosa fácil de manejar ahí eran a los empleados. Ya que estaban recibiendo más clientela de lo normal, Adán los incitó para que Scrofa diera días libres turnados.

Porque si, todos ahí trabajaban todos los días, y eso tenía cansado a Adán. Algo que detestaba de su antigua vida eran estarse partiendo el culo día tras día, más cuando su actual trabajo incluía un montón de actividad física y andar detrás de una bola de pesados. Y si bien para Scrofa, que solo se dedicaba a gritarles, no era tanto problema, para el resto de los que estaban en la Mosca si.

Adán habló, o más bien exigió con su gran bocota e insultos al cerdo, y este aceptó muy a regañadientes, sólo para mantener al margen a Adán/Aaron. Adán sabía que lo tenía comiendo de su mano, aun cuando en medio de todo eso se tuvo que acostar con Lucifer. Su jefe le había hecho malas jugadas, y en cada una de las cosas que intentó contra él había terminado mal parado, por eso prefería no meterse más con el castaño, y le dijo que "hiciera lo que se le hinchara las bolas", mientras no lo perjudicara a él y al negocio.

Así, Catta y él comenzaron a salir de descanso el mismo día, Adán argumentando que, como el alma de Catta era suya, más que empleada de Scrofa, era de él, así que podía llevarla consigo a donde quisiera.

La realidad era que Adán estaba ayudando a Catta después de que la gatita le comentó que estaba buscando un sitio más seguro para practicar con su instrumento musical que su apartamento, donde las paredes no eran muy gruesas, y donde los vecinos golpeaban la puerta, amenazándola con quebrarle la nariz si seguía haciendo ruido. El lugar donde se había metido Adán era un edificio un poco más bajo, pero con paredes más gruesas y apartamentos más amplios, a pesar de que seguían ahí en aquella zona jodida, que era la frontera de ciudad Pentagrama. Benny le había contado del sitio, pero no mucho se lo costeaban. Con las propinas que estaba recibiendo Adán, él sí podía.

Adán comenzó a llevar a Catta a su apartamento para tocar su guitarra, y de paso le enseñó a ella algunas de las piezas que él conocía. La chica tocaba mientras él se dedicaba a los deberes de su casa, y a veces él tocaba mientras ella le cocinaba como agradecimiento por dejarla quedarse por un par de horas.

Y esta era de las partes difíciles, aprender un montón de mierdas que él nunca se molesto en hacer solo. Tuvo que confesarle a Catta que nunca había prendido una estufa de gas, omitiendo claro, que estuvo en el cielo un tiempo. La comida en el cielo aparecía al momento, a menos que quisieras hacerla tu, y si bien extrañamente recordaba era como encender una fogata con una piedra, nunca se dio a la tarea de usar una hornilla cuando estas aparecieron en el cielo, por lo que nunca se dio a la tarea de aprender a como instalar y prender el maldito gas. Como le habían advertido que de hacerlo mal, podía llegar a provocar una explosión, y ahí las cosas no se construyen solas, le pidió a Catta que le enseñara, y esta accedió.

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