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Traición. Es lo primero que siento aunque resulte ridículo, porque, para que haya traición, debe haber primero confianza, y entre Jean y yo la confianza nunca ha formado parte del acuerdo. Somos tributos. Sin embargo, el chico que se arriesgó a recibir una paliza por darme pan, el que me ayudó a no caerme del carro, el que me encubrió con el asunto de la chica avox, el que insistió en que Levi conociera mis habilidades como cazador... ¿Acaso parte de mí no podía evitar confiar en él? 

Por otro lado, me alivia dejar de fingir que somos amigos. Es obvio que se ha cortado cualquier débil vínculo que hayamos sentido tontamente, y ya era hora, porque los Juegos empiezan dentro de dos días y la confianza no sería más que una debilidad. No sé qué habrá propiciado la decisión de Jean (aunque sospecho que tiene que ver con que lo aventajase en el entrenamiento), pero me alegro. Quizá por fin haya aceptado el hecho de que, cuanto antes reconozcamos abiertamente que somos enemigos, mejor.

—Bien, ¿cuál es el horario?

—Cada uno tendrá cuatro horas con Hange para la presentación, y cuatro conmigo para el contenido —responde Levi—. Tú empiezas con Hange, Armin.

Aunque al principio ni me imagino por qué necesita Hange cuatro horas para enseñarme algo, acabo aprovechando hasta el último minuto. Vamos a mi cuarto, me pone un traje demasiado elegante y con el que es difícil moverse bien y me explica cómo debo andar. Cuando por fin domino los pies, todavía me queda la forma de sentarme, la postura (al parecer, tengo tendencia a agachar la cabeza), el contacto visual, los gestos de las manos y las sonrisas. Sonreír ya no consiste en sonreír sin más. Hange me obliga a ensayar cien frases banales que empiezan con una sonrisa, se dicen sonriendo o terminan con una sonrisa.

—Bueno, he hecho lo que he podido —dice Hange, suspirando—. Recuerda una cosa, Armin: tienes que conseguir gustarle al público.

—¿Crees que no les gustaré?

—No, si los miras con esa cara todo el tiempo. ¿Por qué no te lo reservas para la arena? Es mejor que imagines que estás entre amigos.

—¡Están apostando cuánto tiempo duraré vivo! ¡No son mis amigos!

—¡Pues fíngelo! —exclama Hange. Después recupera la compostura y esboza una sonrisa de oreja a oreja— ¿Ves? Así. Te sonrío aunque me estés exasperando.

—Sí, muy convincente. Voy a comer.

Me quito los zapatos de un par de patadas y salgo hacia el comedor, mientras me quito el incómodo saco. Jean y Levi parecen estar de buen humor, así que imagino que la sesión de contenido será mejor que los sufrimientos de la mañana. No podría estar más equivocado. Después de la comida, Levi me lleva al salón, me pide que me siente en el sofá y me mira con el ceño fruncido durante un rato.

—¿Qué? —pregunto finalmente.

—Intento averiguar qué hacer contigo, cómo te vamos a presentar. ¿Vas a ser encantador? ¿Altivo? ¿Feroz? Por ahora brillas como una estrella: te presentaste voluntario para salvar a tu hermano, Moblit te hizo inolvidable y obtuviste la máxima puntuación. La gente siente curiosidad, pero nadie sabe cómo eres. La impresión que causes mañana decidirá lo que puedo conseguirte con los patrocinadores. 

Como llevo toda la vida viendo entrevistas con los tributos, sé que hay algo de verdad en lo que dice. Si le gustas a la audiencia, ya sea porque les resultas cómico, brutal o excéntrico, te ganas su favor.

—¿Cuál es el enfoque de Jean? ¿O no puedo preguntarlo?

—Intentará ser simpático. Sabe cómo reírse, le sale de forma natural. Por otro lado, cuando abres la boca pareces hostil.

Los Juegos del Hambre | JearminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora