Capítulo cincuenta y seis.

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Chiara Harrison.

Mi corazón dejo de latir por unos segundos cuándo el pánico me invadió al verla frente a mi. No era la ex novia de Morgan, pero si había sido su casi algo, así lo consideraba ella, o al menos era lo que me había contado. No sabía porque pero Georgia desde siempre me había generado malas vibras con solo verla. Era ese tipo de persona que por más que te esfuerces jamás podría caerte bien, y no, no era algo personal. Pero ella en serio parecía que se esforzaba por caerle mal a la gente.

Tragué saliva fuerte e hice mi mayor intento por parecer neutra, y actuar como si no me importara su presencia. Solo quería buscar el celular de Lucas y largarme de allí lo más antes posible.

—Lucas se ha olvidado su móvil. —dije impaciente.

— ¿Es este? —preguntó sacándolo de su bolsillo trasero. —Estaba a punto de guardarlo.

—Vale, dámelo.

Ella jugueteó con su cabello mientras masticaba tediosamente un chicle de menta intentando ocultar el olor del alcohol que estaba plantado en su boca. La detestaba.

—Primero quiero hacerte unas preguntas.

Claro que estaba ebria, pero eso no le daba derecho a comportarse como una perra conmigo, cuando no le había hecho absolutamente nada. Solo que ya estaba ahí, y no iba a demostrarle que estaba asustada. No a ella.

—Que sea rápido, por favor.

Georgia me observó descaradamente de pies a cabezas con un gesto de asco. Me sentí incómoda pero quise ignorar la sensación.

— ¿Te consideras la novia de Thomas? —preguntó con media sonrisa.

—No me considero. Soy su novia.

— ¿Quién te ha dado el derecho de ponerte esa etiqueta?

—Morgan me lo pidió, ¿tienes un problema con eso?

Ella dejó caer su mandíbula sorprendida por mis respuestas, y no se molestaba en ocultarlo. Comenzó a reír a carcajadas, parecía una bruja, de esas que tienen malas intenciones a propósito.

— ¿Y tú le creíste semejante cosa?, ¡qué ingenua eres!

—Dame el móvil de Lucas y me largo. —dije sin prestarle atención.

Comenzó a buscar desesperadamente algo entre sus bolsillos pero no lo encontró, y entonces comenzó a gritar el nombre de una chica cuyo nombre era Stormi. Ella se acercó corriendo a la puerta de entrada junto a nosotras, y lo que buscaba era su celular. Con una sonrisa malébola en su rostro, lo prendió y alardeaba con su amiga sobre algo que yo aún desconocía.

—No te preguntaré si quieres ver, porque te lo mostraré igual. —dijo encogiéndose de hombros. Al parecer se sentía ridículamente orgullosa de su actitud. —Y si te duele, me sentiré satisfecha, porque te lo mereces.

Fruncí el entrecejo y maldecí por lo bajo.

— ¿Pero que carajos? —pregunté cuando Georgia me extendió su brazo, sosteniendo su móvil. —¿De donde sacaste esto?

Lo tomé sin pedirle permiso, pero aún así ella accedió. Era una foto, de Thomas y de Mía, follando frente a un espejo, que reconocía a simple vista; era su habitación. ¿Por qué? Mi corazón se encogió, y mis pulmones dejaron de recibir aire. Trataba de buscarle algo a la foto que me dijera que no era él. No quería darle la razón a Georgia, y mucho menos a Mía. Más bien, no quería creer que Morgan solo había estado jugando conmigo. No quería pensar en que todo había sido una puta mentira. Porque yo no había estado fingiendo en nada, ¿pero él?

De repente me había dejado de sentir mal por no haberle respondido los mensajes, y no hacía falta una explicación de porque Mía me había respondido la llamada. Sería bastante estúpida si me creyera el cuento de que se encontraron para hablar. Pero me negué. Quizás era real, que se yo, pero no iba a aceptar mi derrota en frente de ella.

—Saca esa maldita foto de mi vista... — La empuje. — ¡No tienes ni idea de como son las cosas!

Georgia se observó con Stormi y ambas se veían divertidas.

— ¿Pero quién te crees que eres? Deberías agradecer que te estoy haciendo un enorme favor al mostrarte esas fotos, o que... ¿Eres tan tonta como para perdonar una infidelidad?

Se acercó a mi sin quitarme los ojos fijos de encima. Hice lo mismo, no quería que pensara que ella me intimidaba. La verdad era que estaba sobrepasando mis limites con el enojo que sentía en el momento, asi que sin importarme nada más, tiré su celular hacía un costado.

—Ups... se me cayó... —dije fingiendo un tono triste en mi voz.

Se quedó paralizada por al menos un minuto, y cuando solté una risa, ella volvió a mirarme, solo que se notaba lo mucho que deseaba asesinarme allí mismo. Pero no me arrepentía.

— ¡Eres una maldita zorra! — Gritó.

Y no me di cuenta cuando pasó, pero en un abrir y cerrar de ojos la tenía encima de mi, haciendo el intento de pegarme. Lanzaba piñas locamente pero no llegaba a tocar mi cara. No sabía que estaba haciendo, pero trataba de esquivar cada puñetazo que veía en el aire. Me di la vuelta y en su descuido de dos segundos aproveche para tomarle el cabello y jalárselo. Ambas nos lanzamos al piso y como nunca en mi vida lo había hecho, me senté sobre ella y comencé a darle cachetadas . Una, dos, tres, cuatro... eran infinitas, y ella no lograba defenderse, hasta que una mano me alcanzó la mejilla y sentí como empezaba a arder.

— ¿¡A quien llamaste zorra!? — Exclamé preguntando aun sin soltarla.

Escuchaba los gritos desesperados de Stormi y cuando me di cuenta, el chico que se encontraba con ellas adentro, había salido simplemente para grabarlo todo. El mundo se paró y sentí unos brazos grandes y familiares rodear mi cintura. Me levantó y Georgia se puso de pie apenas. Era Liam, quien había dejado la compra de la despensa tirado en el piso por ir a salvarme, o a salvarla a ella...

— ¡Basta!, ¿Qué carajos les ocurre a ustedes dos? — Nos miró a ambas. —Chiara, te mandé a que recogieras el móvil de Lucas, era todo lo que tenías que hacer.

Mi cara estaba hirviendo del enojo y de la adrenalina que tenía.

—Georgia no me lo ha querido dar.

—Hablaremos en casa.

Me soltó y guardó en sus pantalones el celular que aquella estúpida chica tenía y que se había negado a darme. Ella no dijo nada, y mucho menos sus amigos. Pero yo, me estaba preparando mentalmente para lo peor; cuando aquel video grabado se hiciera viral, porque estaba segura de que lo subirían a redes.

Caminamos velozmente y en silencio hacía el auto de mi hermano en donde yacía aún dormido Lucas. Los otros habían desaparecido de nuestras vistas para mi poca suerte. Me senté y lo primero que hice fue mirarme en el espejo del retrovisor. Liam entro a los segundos tirando a un costado las bolsas del super, y cerro de un portazo.

— ¿Qué fue eso Chiara?

—Si vas a defenderla a ella, ahórrate el discurso. No volverá a pasar, creo...

—No soy tonto, sé que algo debió de haberte dicho, ¿pero era necesario reaccionar así? Te creía más inteligente.

—Auch.

—Cuéntame. —dijo arrancando el motor. — ¿Esto fue por Morgan?

—No vas a creerme.

Cuando dejamos de sentir miedo. (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora