𝟏𝟏. 𝐒𝐮𝐫𝐩𝐫𝐢𝐬𝐞 𝐚𝐜𝐭

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Al día siguiente, Jennie había regresado una última vez a su humilde vivienda. Los trabajadores habían comenzado con la demolición del vecindario, y por suerte, logró llegar a tiempo antes de que comenzaran a derrumbar su pequeña casa. Con un nudo en el estómago, miró el lugar donde había crecido, recordando los momentos buenos y malos que había vivido allí. Era difícil despedirse, pero sabía que no tenía otra opción. Se apresuró a entrar y comenzó a recoger sus pertenencias de valor, especialmente aquellas con un significado sentimental, ya que sabía que el valor material no significaba mucho en la penthouse de Rosé.

Lo primero y lo único que guardó mientras husmeaba su mueble fue su mayor tesoro; un pequeño cuadro donde se mostraba una fotografía de su abuela cargándola cuando era tan solo una niña de seis años. Jennie, al ver aquella fotografía, sufrió una punzada de melancolía. Los recuerdos de su infancia, aunque llenos de dificultades hasta la etapa actual, también estaban marcados por el amor y la calidez de su abuela. Ella había sido su roca, su apoyo constante en los momentos más difíciles luego de la perdida de sus padres. Jennie solo podía esperar que su abuela se recuperara pronto y saliera del hospital.

Con un suspiro, finalmente se despidió de su humilde choza, cerrando la puerta con un último vistazo a su pasado, antes de dirigirse hacia su nuevo hogar temporal.

Una hora después, Jennie ya se encontraba acomodando sus cosas en la penthouse de Rosé. El contraste entre su antigua casa y este lugar era abrumador. El lujo y el espacio del apartamento de Rosé parecían casi irreales comparados con su modesta vivienda. Sin embargo, a pesar de la opulencia, Jennie se sentía fuera de lugar, como una intrusa en un mundo al que no pertenecía. Mientras colocaba sus cosas, especialmente el cuadro de su abuela, en un rincón de la habitación, Rosé entró y la observó con una mezcla de curiosidad y desagrado.

— ¿Qué es toda esta porquería? —preguntó con su típico tono frío y despectivo, mientras sus ojos recorrían los objetos modestos que Jennie había traído.

Jennie, sintiéndose aún más pequeña bajo la mirada crítica de Rosé, trató de explicar con la voz temblorosa: — Lo siento, señorita. Solo son algunas cosas y de mi abuela. Yo... yo acomodaré un sitio para dejarlas en un rincón —dijo, tratando de minimizar su presencia y no incomodar más a la imponente Alfa.

— ¿Tu abuela? —inquirió Rosé, levantando una ceja con una ligera curiosidad, aunque era claro que el tema no le interesaba mucho.

— Sí, en estos momentos, ella se encuentra internada en el hospital —explicó Jennie, con un tono de voz suave y lleno de preocupación.

— Hmm —respondió Rosé con un desinterés evidente, chasqueando la lengua y dando media vuelta para retirarse de la sala— Bueno, haz lo que quieras. Me voy a mi entrenamiento nocturno —dijo, ya caminando hacia la puerta, sin esperar una respuesta.

— ¡¡¡Gracias!!! Señorita Rosé, que tenga buena tarde —respondió Jennie apresuradamente, casi tropezando con sus palabras, mientras se inclinaba ligeramente en un gesto de gratitud y respeto.

Cuando Rosé abandonó la sala, Jennie se quedó inmóvil, con sus manos entrelazadas al frente. La habitación, aunque lujosa, se sentía fría y vacía. Había un silencio incómodo, un ambiente pesado que parecía acentuar su soledad. Jennie miró alrededor, sintiendo que el lugar era demasiado grande y opulento para ella. No sabía qué hacer con todo ese espacio y esa soledad. Se sentó en el sofá, sintiendo la textura suave del tapizado bajo sus dedos, y miró hacia la ventana que ofrecía una vista impresionante de la ciudad.

— Ahora... ¿Qué se supone que haga en esta enorme casa yo sola? —se preguntó en voz alta, con una mezcla de desorientación y tristeza. La magnitud de su nueva realidad comenzaba a asentarse, y con ella, una sensación de incertidumbre sobre su futuro.

𝙏𝙝𝙚 𝙌𝙪𝙚𝙚𝙣 || 𝘾𝙝𝙖𝙚𝙣𝙣𝙞𝙚 [𝙊𝙈𝙀𝙂𝘼𝙑𝙀𝙍𝙎𝙀 𝙂!𝙋]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora