Capítulo 7

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—¡Mi reina está tan hermosa!—Emily sollozo, la emoción que le producía ver a su futura emperatriz, escucharla reír y verla feliz no tenía precio para ella

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—¡Mi reina está tan hermosa!—Emily sollozo, la emoción que le producía ver a su futura emperatriz, escucharla reír y verla feliz no tenía precio para ella.

Recordaba perfectamente hacía ya un par de semanas, cuando había sido llamada repentinamente por la jefa de sirvientas del palacio Garnet. Estaba tan asustada que haber hecho algo mal y ser despedida, no podía darse tal lujo cuando tenía que ayudar a cuidar a su pequeña familia.

No dejo de temblar en ningún momento mientras la señora Isabel la miraba de arriba abajo, ordenándole que atendiese temporalmente a la invitada del emperador Claude. Advirtiéndole de tener cuidado de cometer un error con aquella persona tan importante, puesto que era una invitada extranjera.

Tal vez, solo tal vez, fueron aquellas palabras la habían aterrorizado más, no sabía quién era aquella persona, pero si cometía una tontería, no solo su cabeza podría rodar, sino también la de su familia, que tanto quería proteger y ayudar. Sus hermanos menores y su padre dependían de ella. 

Sin embargo, todo cambio cuando la vio por primera vez había sentido que el aire escapaba de sus pulmones.

Esa mujer era como una brillante rosa blanca.

Una sonrisa pura, fresca y dulce, unos ojos llenos de compasión y amor. Sus suaves palabras eran suficientes para querer escucharla toda su vida. Sintió esa inexplicable necesidad de quedarse junto a ella, junto a la mujer que se sentía como la misma paz. El peso que siempre cargaba sobre sus hombros, solo desapareció en ese instante.

A medida que los días pasaban, se sentía más a gusto sirviéndole a la Reina de Cersia, tanto que solo el pensar en alejarse de ella le producía ansiedad y dolor. No quería separarse de ella, quería seguir sirviéndole a una persona tan bonita como esa, que no dudaba ni un segundo en ayudar a otros sin pedir nada a cambio.

Pero nunca esperó la noticia que la Reina le dio aquella mañana mientras servía el té, proponiéndole ser su sirvienta personal, estando bajo las órdenes de su doncella Marion Kana. Solo pudo soltarse a llorar agradeciéndole, no tendría que alejarse de la persona que decidió serle fiel silenciosamente. A quien se había vuelto un motivo para vivir.  

—¿Cómo se siente su majestad?—pregunto Cedric, mientras terminaba de acomodar la falda del vestido. Sonrió orgullo al ver cómo el vestido le quedaba perfecto a su Emperatriz—. Si tiene alguna inconformidad, por favor, dígala para arreglarla cuanto antes. Su boda se llevará a cabo en un par de horas y debe sentirse cómoda y hermosa—aclaro revisando las piedras preciosas incrustadas a mano en el vestido.

—Todo está perfecto Cedric, no tienes que preocuparte tanto—Acacia soltó una risa melodiosa intentando calmar los nervios del joven diseñador, si bien se había convertido en su diseñador, había tenido mucha ayuda de su maestra quién no había podido acompañarlo, el pobre no paraba de revisar cada costura.

EMPERATRIZ SANTA │Princesa EncantadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora