19. Nada es lo que parece

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Arcos Perdidos, 1050 aps (Escala de presión abisal)

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Arcos Perdidos, 1050 aps (Escala de presión abisal)

Llego a la entrada del primer arco con el dolor serpenteándome desde el tobillo hasta la cadera y un cúmulo de arcadas palpitándome en la garganta.

Me cubro la boca con la mano, procuro respirar por la nariz. Si los arcos eran impresionantes de lejos, ahora que estoy cerca y distingo qué los conforman me quedo sin palabras. Estoy en el umbral de una gran puerta de hierro, retorcida por los golpes de las bestias. A diferencia de lo que había supuesto, quizá que los arcos estaban huecos en su interior o colmados de escaleras arriba y abajo, las estructuras se componen de centenares de viviendas de piedra, unas apiladas encima de otras. Viviendas, pero... ¿viviendas de quiénes o para quiénes? ¿Para qué demonios construirían los exploradores arcos titánicos con viviendas dentro? Lo peor es que no hay recursos cerca, ni siquiera podrían haberlos erigido de haber querido.

No existe fuerza humana ni tenemos medios para algo así.

Kowl me da una palmadita en la espalda que me sobresalta. No me molesto en quejarme porque creo que hablar me haría vomitar. Entramos en lo que parece un pasadizo y, mientras nos dirigimos a las escaleras que hay al fondo, siento que necesito asimilar lo que están viendo mis ojos. El suelo se extiende a lo largo del pasillo, compuesto por losas de un marrón tan brillante que refleja mi silueta pese a la suciedad que lo recubre, y la sensación bajo mis pies es suave y uniforme, muy diferente a los suelos de piedra o madera a los que estoy acostumbrada. Incluso las paredes están perfectamente elevadas sin relieves ni materiales naturales, aunque algunas parecen resquebrajadas como si alguna bestia se hubiese estrellado contra ellas, y las ventanas de cristal permiten que la luz del exterior inunde este lugar de una manera que nunca antes había presenciado.

Un ruido gutural nos frena en seco justo cuando pisamos el primer escalón.

Luego, líquido desparramándose. Un sollozo. Kowl y yo nos miramos. Es el sonido de alguien vomitando. Son nuestros compañeros, deben de estar en el piso superior. Aunque la temperatura sea la propia de una primavera en Mhyskard y el aire fresco sea fácil de respirar, subimos despacio para evitar los efectos secundarios. Es, además de cierto, la excusa perfecta para que Kowl no descubra que me duele el tobillo a rabiar.

—¿Rawen? —Oigo a mi derecha en cuanto nos plantamos en el pasillo de arriba—. ¡Es Rawen!

Es Vera, limpiándose la boca del vómito con un paño húmedo a la vez que parpadea varias veces porque no parece creerse que sigamos vivos. Aún tiene las ojeras enrojecidas de haber llorado. Lanza el trapo al suelo y corre hacia mí para recibirme con un abrazo que me toma por sorpresa. Agradezco que Kowl nos deje a solas y se marche en dirección a la vivienda de la que proceden las voces de nuestros compañeros. Vera entierra el rostro en mi cuello y, aunque no le correspondo el gesto porque no sé cómo reaccionar en estos casos, noto que le tiembla el cuerpo. A mí también me duele la muerte de Gwyn, pero no he bajado al abismo para llorar a los exploradores caídos de Khorvheim.

©Piel de Cuervo ROMANTASY (PDC) (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora