23. Dolor

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Me logré levantar temblorosamente del suelo. Cada músculo en mi cuerpo parecía negarse a cooperar, pero necesitaba salir de esa habitación, de esa casa. El aire dentro era sofocante, lleno de recuerdos dolorosos y culpa. Mis pensamientos estaban nublados por el remordimiento y la furia, y solo podía pensar en una cosa: necesitaba aire, espacio, y estar lejos de todo.

Salí de la casa, sintiendo el frío de la noche en mi piel. Caminé en dirección a la preparatoria, sin un plan concreto. Mis pies se movían automáticamente, llevándome hacia el único lugar donde podía encontrar algo de paz.

En algún momento, me di cuenta de que estaba corriendo, como si la velocidad pudiera dejar atrás el dolor y la confusión en mi mente.

Llegué a la preparatoria y, como supuse, estaba cerrada. Forcé la cerradura con un nerviosismo que se alimentaba de mi desesperación, y subí las escaleras hasta el techo, mi lugar seguro.

Recordé todos los momentos de soledad y calma que había encontrado allí. En el pasado, el techo era mi refugio, un lugar donde podía estar solo con mis pensamientos.

Pero luego llegó Tadashi, convirtiéndose en una compañía inesperada por la que siempre estuve agradecido.

Ahora, había arruinado todo. Me recriminé por haberle gritado, por haberle dicho esas cosas horribles.

Saqué mi teléfono y lo llamé. El tono sonó varias veces sin recibir respuesta. Volví a intentarlo, una y otra vez, con el mismo resultado. La desesperación creció en mi pecho, convirtiéndose en un nudo que casi me ahogaba.

Observé la barandilla. Había una zona ligeramente quemada y abollada por todas las veces que Tadashi apagó su cigarrillo allí. Pasé mi mano por la superficie áspera y suspiré.

Miré las estrellas, brillando indiferentes en el cielo. Les pedí perdón, aunque no sabía exactamente por qué. Tal vez porque ellas me recordaban a él, a la luz que él era en mi vida.

Volví a intentar llamarlo, pero no obtuve respuesta. La angustia y la culpa eran insoportables.

Me prometí que al día siguiente le pediría perdón.

Me senté en el suelo, el frío concreto bajo mí, y me quedé allí, solo con mis pensamientos, observando el cielo y esperando que, de alguna manera, las estrellas pudieran llevarle mi disculpa.

***

Tadashi Yamaguchi

Volví a mi casa sintiendo como si todo me aplastara con una fuerza implacable. Cada paso me pesaba, como si llevara un yugo invisible sobre los hombros. Mi pecho se sentía comprimido, y el aire apenas encontraba espacio para entrar en mis pulmones.

El miedo y la rabia se entrelazaban en mi interior, una mezcla tóxica que me dejaba sin aliento.

Siempre había creído que Tsukki se quedaría conmigo, que no me abandonaría como los demás.

Pero al final, terminó siendo igual que todos.

Un dolor agudo atravesó mi corazón al recordar sus palabras, su ira descontrolada. Pasé cerca de la habitación de mi madre y, al verla dormir, decidí no preocuparla.

Ella no necesitaba ver el desastre en el que me había convertido, a pesar de que sentía que me costaba respirar no quería cargarla con mi sufrimiento.

Salí al patio, sin percatarme del frío que calaba en mis huesos. Saqué un cigarrillo y lo encendí, esperando que el humo pudiera calmar la tormenta en mi interior.

Sentí el humo llenar mis pulmones, un calor amargo que contrastaba con el frío exterior; mis manos temblaban mientras fumaba, el cigarrillo a punto de caerse de mis dedos.

No entendía por qué había sucedido lo que sucedió.

Sabía que Tsukki me había lastimado profundamente, más de lo que cualquier otro había hecho antes.

Lloré, lloré como nunca lo había hecho. Cada lágrima era un recordatorio de lo mucho que significaba para mí y de cómo me había descartado como si no fuera nada.

Era desgarrador ser repudiado por alguien que era tan importante para mí. Me sentía reemplazable, insignificante, y eso me destruía aún más.

—Nunca estuve bien— murmuré con mi voz apenas en un susurro entre sollozos— Nunca lo estaré.

Mis pensamientos se volvieron cada vez más oscuros, autodestructivos. ¿Qué sentido tenía todo esto? Quizás, incluso si no estuviera, a nadie le importaría. La idea de desaparecer se volvía cada vez más tentadora, una salida a todo este dolor interminable.

Decidí finalmente que era el momento. Una risa amarga salió de mis labios, una risa llena de arrepentimiento y desesperación.

Me arrepentía de no haber hecho todo lo que pretendía, de no haber vivido más, pero no podía seguir así.

Algo en mi interior se había roto para siempre y no sabía cómo reconstruirlo. No podía unir las piezas rotas de mi corazón cada vez que se quebraba. Sabía que, tarde o temprano, se agrietaría de nuevo.

—No puedo más— susurré, mirando el cielo oscuro, sintiendo el peso de mis decisiones— Simplemente, no puedo más...

Fallen angel// TsukiYamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora