24. Lo siento

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Kei Tsukishima

El celular en mi bolsillo había vibrado incesantemente durante la última hora, cada vez con más insistencia. No tenía el valor para mirar quién me enviaba mensajes.

Me quedé allí en silencio, sin moverme, sin ninguna motivación para hacer algo más que existir.

El ruido ensordecedor de las notificaciones finalmente me agotó, así que saqué el celular con la intención de apagarlo. Una llamada de Shoyo interrumpió mi plan.

La corté y vi las notificaciones: la mayoría eran de mi madre, un torrente de llamadas perdidas inundaba la barra de notificaciones. También había mensajes de Akiteru y algunos del grupo de amigos, hablando de alguna estupidez sin importancia.

Sin embargo, una nueva llamada de Shoyo volvió a caer y esta vez, contesté.

—¿Dónde estás?— preguntó desde el otro lado de la línea con urgencia en su voz.

—En mi lugar seguro— respondí sintiendo una apatía abrumadora.

—Iremos a buscarte.

—¿Por qué? Estoy más que bien.

—Tu madre llamó muy preocupada a Kageyama porque te habías ido de tu casa— comenzó explicando— Tobio me llamó a mi y me pidió ayuda. Creíamos que estabas con Tadashi pues ambos habían desaparecido al mismo tiempo. Fuimos a su casa pero...— se quedó en silencio.

—¡Continúa!— grité sintiendo una ira creciente.

—Te lo diré mejor en persona— la tensión en su voz fue desconcertante.

Corté la llamada y esperé, sentado en el suelo, sin moverme. Cada segundo se arrastraba con una lentitud tortuosa.

***

Media hora después, escuché pasos y vi a Shoyo y Kageyama subir al techo.

Nos quedamos en silencio, un silencio pesado y opresivo. Mis ojos se movieron entre ellos, esperando que alguien hablara, pero ninguno se atrevía.

—¿Qué pasó?— espeté finalmente lleno de impaciencia.

Shoyo me miró, sus ojos reflejaban una mezcla de tristeza— Llegamos a la casa de Tadashi y...— No quería decirlo, lo podía ver en su cara.

—Tadashi se suicidó— soltó Kageyama sin rodeos.

El tiempo pareció detenerse. Sentí un golpe en el pecho, como si me hubieran arrancado el corazón de un tirón. Mi respiración se volvió errática, mi visión se nubló y el mundo a mi alrededor se desmoronó. La realidad se hizo pedazos y me dejó en un vacío oscuro y abismal.

No...— murmuré con mis palabras apenas audibles— No puede ser...

Un dolor desgarrador se apoderó de mi ser, una mezcla de desesperación, culpa y una tristeza indescriptible. Recordé todas las veces que Tadashi había estado a mi lado, su risa, su apoyo incondicional.

Y ahora, todo eso se había desvanecido. Lo había perdido. Y era mi culpa.

—¡No! ¡Esto no puede estar pasando!

—Tsukishima...

Me derrumbé, mis piernas ya no podían sostenerme. Me dejé caer al suelo, llorando desconsoladamente. Sentía como si me estuviera desmoronando desde adentro, como si cada fibra de mi ser se rompiera en mil pedazos.

Tadashi...— lloré su nombre una y otra vez, mi voz quebrada por el dolor— ¿Por qué? ¿Por qué te fuiste?

El peso de la culpa me aplastaba. Cada palabra dura que le había dicho, cada momento en el que lo había apartado, todo me golpeaba con una fuerza brutal. No podía dejar de pensar en lo que podría haber hecho diferente, en cómo podría haberlo salvado.

—Tsukki...— Shoyo intentó acercarse, su voz temblaba— Por favor, calma, estamos aquí para ti.

—¡No entiendes!— le grité— ¡Era mi culpa! ¡Todo es mi culpa!

—No lo es— se arrodilló a mi lado intentando tocar mi hombro— No se que sucedió, pero no debes sentirte así.

—¡Déjame en paz!— aparté su mano con violencia— ¡Nadie puede entender cómo me siento!

Kageyama se mantuvo en silencio con su mirada fija en el suelo.

—Tsukki, por favor, no te culpes. Tadashi estaba sufriendo, y a veces... a veces no podemos ver todo lo que pasa en la mente de alguien— murmuró el pelirrojo aun tratando de conectar conmigo.

—¡Cállate!— grité y mi voz resonó en el techo— ¡No sabes nada! ¡Tú no estabas allí, no sabes lo que le dije, cómo lo lastimé!

Retrocedió con sus ojos llenos de lágrimas también— Lo siento, Tsukki... —susurró— Lo siento mucho...

El cielo nocturno parecía burlarse de mí con sus estrellas brillantes, recordándome a Tadashi. Había sido mi luz en los momentos oscuros y ahora, esa luz se había extinguido. Mi corazón estaba destrozado, y no sabía cómo seguir adelante. El dolor era insoportable, una herida abierta que no dejaba de sangrar.

Lo siento, Tadashi. Lo siento tanto...

Me quedé allí, en el suelo del techo, dejando que la oscuridad y el dolor me envolvieran. No sabía cómo podría superar esto, pero sabía que nunca podría olvidar.

Tadashi se había ido y con él, una parte de mí había muerto también.

Shoyo y Kageyama permanecieron a mi lado, en silencio, sin saber cómo consolarme. No había palabras que pudieran aliviar el dolor que sentía. Todo lo que podía hacer era llorar, dejar que las lágrimas fluyeran mientras el dolor me consumía.

Fallen angel// TsukiYamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora