25. Carta

146 14 2
                                    

Pasaron varios días sin pena ni gloria, como un borrón de momentos que no sé cómo identificar.

Recuerdo vagamente que mis amigos intentaron consolarme, que mi madre estuvo a mi lado, que Akiteru volvió a irse de la casa después de la pelea.

Recuerdo haber llorado mucho y haberme dormido con los ojos hinchados cada noche, atormentado por pesadillas horribles.

El dolor y la pérdida eran constantes, pero también se volvieron una especie de vacío.

Ahora, me encontraba frente al espejo, intentando arreglarme el traje para el funeral de Tadashi.

Mis manos temblaban mientras intentaba atar la corbata, sintiéndome sofocado. Llevaba una camisa blanca impecable, un traje negro bien ajustado y una corbata oscura que me parecía demasiado apretada, casi como si me estuviera asfixiando.

No me sentía capaz de sentir nada, ya había agotado toda mi tristeza en algún momento.

Sabía que dolía, pero ya no tenía lágrimas para dejarlo todo ir.

Mi madre entró en la habitación y me miró con lástima desde el umbral de la puerta.

—¿Estás bien?— preguntó, aunque sabía la respuesta.

—No siento nada— respondí mirándola a través del espejo.

Ella se acercó y me abrazó, sus brazos alrededor de mí eran reconfortantes y, al mismo tiempo, insoportables.

—Lo sé, cariño. Es normal sentirse así después de haber sufrido una pérdida.

—Debí haber ayudado a Tadashi. Sabía que él quería morir, pero nunca pensé que realmente pasaría.

—No es tu culpa —repitió ella, pero no podía creerle. La había escuchado decirlo tantas veces y aún así, no lograba aceptarlo.

***

Unas horas después, llegué al funeral. Todo sucedió tan rápido que no sabía qué hacer.

Observé cómo bajaban el ataúd de Tadashi, escuchando el llanto desgarrador de su madre. Mis amigos estaban a mi alrededor, mostrándome su apoyo, pero no sentía nada más que un vacío aplastante.

Las pocas personas presentes dejaron sus rosas a medida que pasaban al lado de la tumba.

Mis amigos las dejaron con cuidado y luego me dejaron solo. O al menos, eso pretendían, pero Kageyama y Shoyo se quedaron bastante cerca.

Apreté la rosa en mi mano y me dejé caer de rodillas, sintiendo cómo las espinas se clavaban en mi piel.

—Lo siento, Tadashi— murmuré con la voz rota— Perdóname por no haber sido tu héroe, por no haberte salvado.

Observé la tumba, el nombre de aquella persona que tanto quise grabado en la piedra. Pasé mi mano por la superficie áspera y fría, tan diferente a lo que Tadashi era.

Volví a llorar cuando escuché unos pasos acercándose. La madre de Tadashi se sentó a mi lado en silencio.

—Perdón por no haberlo cuidado como prometí— susurré.

—No es tu culpa, Kei— respondió con voz tranquila— Sabía que era un caso perdido protegerlo. Se iba a ir tarde o temprano, solo que no esperaba que fuera tan pronto.

Volví a pedirle perdón, pero ella me hizo una seña para restarle importancia. Luego, sacó el collar con la estrella de su bolsillo y lo dejó caer en mi mano.

—Eso es de Tadashi— murmuré observando el objeto en mi mano— Se lo regalé.

—Lo sé. Por eso te lo entrego, él querría que lo tuvieras.

Fallen angel// TsukiYamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora