Capítulo 7

3.7K 417 83
                                    

—¡No la toques!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¡No la toques!

Aparto de un manotazo la destructiva mano de Jihyo antes que asesine mis hermosas dalias con más frialdad de la que lo haría su amo favorito.

—Entonces deberías hacerlo bien. —Me da su habitual expresión en blanco que estoy segura significa asesinato en al menos un idioma, luego se sienta en el sillón reclinable de época en el invernadero, enrollando un hilo de ganchillo en su regazo.

—Lo estoy haciendo bien. —Corto el tallo y lo entierro con cuidado en la maceta, luego lo cubro con la tierra que pedimos.

—Esas flores morirán en una semana. Quizá deberías dejárselo a los profesionales.

—Deja de ser una aguafiestas. ¿Por qué estás aquí si desapruebas todo lo que hago? —Me llevo la mano enguantada a la cadera. Todo es rojo: mis guantes, mis botas de agua y mi bonito vestido de Armani sin hombros.

—No tengo nada que hacer.

—¡Qué tontería! Llevas días siguiéndome, Jihyo.

Hace ganchillo con la precisión de un cirujano, y teniendo en cuenta lo terriblemente misteriosa que es, no me sorprendería que lo hubiera sido en una vida anterior.

Todo lo que sé de Jihyo es que lleva en la casa Manoban más tiempo del que yo he vivido, y aunque es obvio que es asiática, no tiene rasgos ni acento asiáticos, ni ha dado ningún indicio de su ascendencia. Desde luego, ella no ofrece esa información. La he oído dar respuestas diferentes a distintas personas según la ocasión. Chinos, japoneses, coreanos y filipinos entran en la conversación.

Doy un golpecito en su pie con mi bonita bota.

—Te estoy hablando a ti. ¿Te está ordenando Lisa que hagas de niñera o algo así?

—O algo así.

Entrecierro los ojos.

—Si ese pedazo de mierda se cree mi guardiana, yo...

Me callo porque me fulmina con la mirada ante la osadía de hablar mal de su Ama y Señora. Además, estoy tan lívida que no tengo ni idea de cómo terminar la frase.

Si antes tenía alguna idea equivocada sobre este matrimonio, hace tiempo que está olvidada. O, mejor dicho, confirmada.

Al día siguiente de llegar aquí, Lisa me llevó a conocer a mi nueva terapeuta, una seria mujer llamada Dra. Yoon. Aparentemente, me cambiaron de doctor y algo me dice que todo fue obra suya. Cuando pregunté por mi psiquiatra anterior, el Dr. Lee, Wang dijo que estaba fuera del país.

No indagué más, principalmente porque me daba vergüenza. Una cosa es que Lisa se enterara de mi estado mental, pero otra muy distinta es que lo supervisara.

Debido a mi psicosis y a mis constantes crisis mentales y episodios de fuga, la ley me obliga a tener un guardián que pueda supervisar y aprobar cualquier decisión importante, como abrir una cuenta bancaria, tener acceso a fondos y cualquier proceso administrativo.

Mrs. Manoban |  Adaptación Jenlisa (G!P) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora