Pronto nos volveríamos a encontrar tú y yo. Durante ese tiempo, ocurrieron algunas cosas que me ayudaron a entender y desvelar el misterio de mis antepasados, y, de paso, el origen de los domadores.
A orillas de la Laguna Azul nos preparamos para viajar con la ayuda del Rey Serpiente. Fue un arduo trabajo ponerle las riendas que nos permitirían ajustar la montura de Cornotauros en su nuca. Pusimos dos asientos, uno a cada lado de su espina retráctil, luego las alforjas, unas cuantas cajas ajustables y mecanismos de riendas extensibles. Si Matt hubiese estado, nos habríamos demorado mucho menos.
A mi querido Rey no le agradaba llevar tantas cosas, pero se acostumbró con el tiempo.
Una vez que terminamos de revisar todo lo que llevaríamos, Arly repasó por tercera vez la lista que había hecho.
—¿Crees que sea suficiente todo esto? —dijo mientras se rascaba la cabeza con una mano y sostenía el papel con la otra.
—Sólo me falta esto —me acerqué por detrás, la abracé y le besé el cuello.
—Te estoy hablando en serio, Dinna —tembló por el cosquilleo.
—Yo también —la sostuve con fuerza y seguí con mis intenciones.
—¡¿Aquí?! ¡¿Ahora?! —se escandalizó e intentó zafarse. A pesar de los besos y caricias, no habíamos ido más lejos en estos meses. No encontrábamos el momento, los ánimos nunca estuvieron muy buenos y Arly quería que mi primera vez fuese especial.
—Aquí —la besé—. Ahora —la mordí—. Quiero que me enseñes a ser toda una mujer dreitora.
—No creo que sea el mejor lugar para eso —cada vez opuso menos resistencia—. ¿No preferirías en la noche, cubiertas por unas mantas y dentro de una tienda de campaña?
—Quiero hacerlo antes de que viajemos. Puede que no regresemos jamás y siempre me encantó este lugar —apunté hacia el hermoso panorama que ofrecía la Laguna Azul, con sus tonos bioluminiscentes—. Además, nadie nos verá, a excepción del Rey Serpiente —la solté para tomarla de la mano y llevarla hacia el agua—. Ven, refresquémonos un poco. Tiene una hermosa vista, ¿no crees? Además, así te sentirás más motivada —le guiñé un ojo.
—No necesito motivación con esas caderas —dijo hipnotizada en ellas. Luego me detuvo en seco—. Pero antes, dame el papel que te entregó tu madre. Debemos guardarlo, yo ni siquiera lo he leído.
—¡Está bien! —reclamé impaciente. Luego le tendí el papel y comencé a quitarme la primera capa de ropa—. Toma.
Pasó un buen rato leyéndolo. Parecía inquieta. Yo no podía esperar más.
—¿Vienes o quieres que empiece sola? —pregunté en broma, pero no me escuchó y comencé a preocuparme—. ¿Arly? ¿Sucede algo?
—Dinna, yo conozco este lugar —palideció de un momento a otro.
—¿Eso no es bueno? Quiero decir, podremos encontrarlo más rápido, ¿no?
—Kraterdul es un templo ubicado en medio de las montañas, en la región de Corcomentus, muy cerca del lugar donde vivía —vio mi rostro confuso y continuó—: Dinna, tú supiste hace poco la razón por la cual tu familia parecía despreciarte. En cambio, yo nunca lo entendí.
—Tal vez fue algo similar, problemas que ellos tenían y los reflejaban en ti.
—¿Y si mis padres sabían que yo sería una domadora? —me miró con horror en los ojos—. ¿Qué pasaría si descubrimos que yo también soy hija de un Ventormenta?
Ambas quedamos en shock. A pesar de saber que todos los domadores teníamos un ancestro en común, nunca se nos pasó por la mente que algunos podríamos ser familiares directos. Ese descubrimiento apagó todas mis ganas de disfrutar del agua.
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La Madre de los Olvidados
FantasíaUna joven pueblerina comienza a escuchar una voz misteriosa que la llama. ¿Qué pensará su familia al respecto? ¿Qué harán sus amigos al saber de su secreto? Acompaña a Dinna a enfrentar el desdén de la gente que la rodea y a desentrañar el misterio...