¡Me encantó que hayas quedado con la intriga al final de mi carta anterior!
Siempre tienes todo fríamente calculado y estás acostumbrado a ser quien lleva la tensión y crea el misterio, pero esta vez me alegra tener algo con lo que mantenerte en vilo.
El día que decidí partir de la casa de mis padres, Keith llevaba unos meses de nacido, mientras que Rory tenía cuatro años recién cumplidos ese mismo verano. Me dolió mucho haberlos dejado, pero sabía que estarían bien. El problema nunca fue con ellos, sino conmigo. Mis padres los cuidaban y amaban igual que conmigo antes de escuchar la voz.
En ocaciones me preguntaba cómo habría resultado todo eso nunca hubiera ocurrido. ¿Mis padres me querrían más? ¿Mi amigos estarían conmigo acompañándome en mis aventuras? ¿Me casaría y tendría hijos con Pakel?
De seguro tendría otros problemas, nunca faltan aunque hagas todo bien. No consideré en decirle a mi familia sobre la voz en mi cabeza ni sobre mis intenciones de huir. Al ver que su hija se distraía con facilidad mi madre comenzó perder la paciencia conmigo y a gritarme, en vez de preguntarme siquiera qué me estaba pasando. Me dolía tanto aquello y a la vez me generaba muchísima ira que prefería no recordarlo.
Aunque a mi mente llegaron algunas cosas olvidadas.
Mi padre era de no hablar demasiado, se la pasaba leyendo casi todo el día, pero recordé haberlo escuchado gritarle a mi madre en algunas ocaciones y ella sumisa, aguantando solemne sin responder siquiera, como si no tuviese otra elección. Ambos trataban de ocultar estas escenas, nunca lo hacían frente a mí o mis hermanos. Era muy extraño, como un secreto entre ellos.
La primera noche en la cueva habría muerto de frío si no fuera por mi querida planeadora, y eso que era comienzos de primavera. Las mantas que había traído no me daban el suficiente calor, pero ella me adoptó como una hija más y me acogió en su nido, donde dormía con sus tres hijas y sus catorce nietos, como una enorme masa de plumas y escamas. Ella era la matriarca.
Los planeadores anidaban en unos huecos ubicados en la pared interior de la enorme cueva, a unos quince metros de altura, como mínimo. Para poder subir o bajar tenía que hacerlo prendida de alguno de ellos. Con el tiempo confeccioné una escalera con cuerda trenzada, hecha con la corteza de un tipo de sauce que crecía por la ladera de la montaña, lo que me permitió acceder sin ayuda.
Rellenaban sus espacios con ramas, paja y hojas secas, formando inmensas camas donde cabía todo el grupo; incluso compartían los espacios con otros. Aunque en su raza no había muchos individuos, eran siete familias con unos diez miembros en cada una, siendo la más numerosa la de mi querida madre reptiliana.
Los machos se dedicaban a cazar en el interior de las montañas. Salían temprano del nido y volvían cerca del medio día, para luego descansar el resto de la jornada. Mientras las hembras se quedaban a cuidar de los suyos. Lo cual me llamó mucho la atención.
Mi salvadora era la matriarca de su familia, muy protectora y cariñosa. Todos sus pares la respetaban e incluso cazaban por ella, aunque no tenía pareja debido a su edad avanzada. Parecía ser la líder del grupo que habitaba esa parte de la cueva. ¿Qué hacía en la falda de la montaña el día que nos conocimos? Al notar eso, no pude evitar emocionarme. La abracé y besé su enorme cabezota pensando que había bajado por mí, para encontrarme y ayudarme a cumplir mi destino. ¿Acaso ella también escuchaba a la voz?
La cueva era gigantesca, parecía adentrarse indefinidamente en la montaña "El Terror". Dentro de ella había todo un ecosistema muy distinto al exterior. Animales, plantas e incluso insectos eran muy diferentes a todo lo conocido. Imagina el terror que sentí la primera noche al ver una araña del tamaño de un perro meterse en el nido donde estábamos durmiendo. La matriarca se despertó por mi inquietud, se la comió de un mordisco y luego siguió durmiendo. En ese momento no sabía que era una de las más pequeñas y menos peligrosas que encontraría.
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La Madre de los Olvidados
FantasiUna joven pueblerina comienza a escuchar una voz misteriosa que la llama. ¿Qué pensará su familia al respecto? ¿Qué harán sus amigos al saber de su secreto? Acompaña a Dinna a enfrentar el desdén de la gente que la rodea y a desentrañar el misterio...